Paseo de cuadrillas, domingo 5 de agosto de 2012 |
Escribe Jaime de Rivero
En el corazón de la cordillera peruana y rodeada de montañas que agrupadas forman un precioso corredor hacia la selva amazónica, está situada la taurina ciudad de Palca. Pertenece a la provincia de Tarma que en tiempos coloniales cobijó a los ejércitos españoles que custodiaban este estrecho acceso a los andes, siempre en alerta ante cualquier sublevación del oriente, como aquella liderada por Juan Santos Atahualpa en el s. XVIII.
El
establecimiento de cuadras de caballos entrenados para la batalla, debió
favorecer la difusión de la tauromaquia en estos territorios. Desde aquellas épocas, Palca, Tarma,
Acobamba, Huasa Huasi y muchas otras poblaciones cercanas han cultivado esta tradición
que es distintiva de nuestra identidad, que conjuga lo andino con lo ibérico. A
mitad del siglo pasado, el infortunio y la fe convirtieron a Santo Domingo de
Guzmán en el Patrón de este distrito, que desde entonces lo celebra con la
lidia de astados.
La plaza de
toros de Palca se encuentra asentada en una pequeña llanura a la entrada a la
ciudad, a pocos pasos del rio Tarma y la autopista que conduce a Lima. Es un
edificio sencillo, de planta circular a base de concreto, con cuartos privados
al nivel del ruedo y, sobre ellos, una gradería de doce filas cubierta por un
tejado que reposa sobre la arquería de madera. La línea arquitectónica del viejo coso de
Acho tuvo notoria influencia en el diseño de esta plaza, al igual que en otras anteriores
como la “Juan Belmonte” de Tarma o aquella de la ciudad de Cuzco, ambas
demolidas hace ya varias décadas. El coso es relativamente joven. Una placa colocada al ingreso del patio de cuadrillas recuerda que la inauguración tuvo lugar en
1964, acontecimiento que fue apadrinado por José Antonio Dapelo, ganadero de
Las Salinas.
El pasado 5 de
agosto, con los tendidos llenos y bajo los acordes de la banda de Cora-Cora, recorrió este
atractivo albero la terna encabezada por Vicente Barrera, vestido de blanco y azabache,
Fernando Roca Rey de verde y oro y Jairo Miguel de corinto y oro.
El encierro de
La Viña que hoy pertenece a Aníbal Vázquez, estuvo bien presentado pero defraudó
por su mansedumbre. El acusado defecto los acompañó hasta la muerte -en todos
los casos- al abrigo de la barrera. Pero
sobre todo, a la corrida le faltó fuerza. Si hubiesen tenido “motor”, habrían dado buen juego, pues todos
embistieron con nobleza y la mayoría humillando ante las telas. El ganadero
debe subir la chispa a estos toros. Casta tiene pero debe superar estos deméritos. Es claro ejemplo de lo que ocurre cuando el esfuerzo se concentra en la nobleza
que le acomoda a los toreros, descuidando el poder y la emoción que debe trasmitir
el toro de lidia. El peligro es el pilar que cautiva al aficionado, quien es el que sostiene a la fiesta.
El valenciano,
quien ahora hace campaña en el interior, no tuvo suerte con su lote. El primero
era tardo y probón, siempre aguardando con fijeza para acometer sobre seguro. Condición
que sumada a la mansedumbre, complicó su lidia. La buena vara de César Caro no
alteró su juego y los de plata pasaron apuros para cumplir su tarea. El diestro se avocó a la obra y a pesar de las
serias complicaciones, supo cubrir la papeleta. Destacó en varios pasajes,
especialmente en los muletazos a pies juntos y las manoletinas finales. Culminó
en dos tiempos, llevándose una merecida ovación.
La poca fuerza
del cuarto ocultó su buena embestida. Se
enceló en el caballo, recibiendo tanto castigo que quedó casi inválido. Barrera
lo cuidó llevándolo a media altura, pero el astado era soso y se desentendía a
la mitad del viaje para buscar las tablas. Mató de dos intentos y recibió otra
ovación.
El primero de Roca Rey fue un manso de solemnidad que apareció
andando para buscar el rincón más alejado en donde nada pudiera molestarle. La
huida fue el signo constante, a pesar que mejoró con la vara de Ángelo Caro, luego
intentarlo por todo el redondel. Roca Rey hizo más de lo que era exigible, pero
sus intentos naufragaron por el irremediable defecto.
Conviene recordar que la suerte de varas es indispensable
para hacer embestir a esta clase de mansos. En estos
casos, las reglas del primer tercio quedan subordinadas al objetivo esencial: picar al
toro. Sumados tres intentos detrás de las líneas concéntricas, el caballista puede picar en cualquier lugar del redondel.
El quinto tenía clase y por
eso lo cuidó de salida. Con un picotazo quedó listo para el segundo
tercio, en el que el propio diestro se lució colocando garapullos.
Seguidamente, brindó la muerte al Sr. Antonio Pecho, responsable del festejo.
El valor de Roca Rey no admite dudas. De eso
anda sobrado y lo demostró al iniciar de rodillas, citando en corto a un burel
que tenía poca fuerza. La emoción inundó los tendidos que respondieron con el
grito de “Perú – Perú”. La faena la
estructuró aprovechando el buen pitón derecho, ligando los pases y rematando
con cambiados. Perdió las orejas con un
espadazo baja.
Jairo Miguel es un buen
torero de finas maneras que se gusta mucho al torear, tanto en lo fundamental
como en los adornos. Su toreo a la verónica es lento, suave y reposado. Pero su
mayor virtud es el temple, clave esencial del toreo moderno con el que se puede
a los toros, como a estos de La Viña, que había que tirar de ellos.
Toreó con temple y
suavidad al tercero que, como sus hermanos, tenía poca fuerza. Y por eso, las
series fueron de tres pases y el remate, todo a media altura y con la muleta
retrasada. Así logró los mejores muletazos por derechazos y naturales, algunos
bajándole la mano. Perdió los premios por alargar demasiado el trasteo.
Por eso le fue tan difícil colocarlo para la suerte final. Pincho abajo para
luego dejar una rinconera que lo hizo doblar.
Con la
noche encima, el apuro lo llevó al toreo accesorio, para de ese modo tentar una
oreja que sería suficiente para erigirse en triunfador. La penumbra frustró sus
ilusiones, fallando con la espada, al igual que sus alternantes.
Al despedirse la terna, una multitud rodeó a
Fernando Roca Rey para acompañarlo en una bulliciosa salida. Es gratificante
que el Perú tenga un torero que cautive el interés popular. Fernando es ídolo indiscutible en las provincias. La cátedra
conservadora podrá discrepar de su estilo como de sus apariciones mediáticas,
pero jamás podrá negarle ese espíritu infatigable que ha derramado por todo el
Perú, fortaleciendo la fiesta en su conjunto.
Frontis de la plaza de toros Palca |
Vista desde el puente y en el cerro, el tendido de los sastres |
El pueblo llega a su plaza |
El Ciclón de Lima en emocionante inicio de faena |
Muy bonita crónica sobre la corrida de Palca, su historia y su plaza con la que complementas la informacion. La otrora legendaria ganadería de La Viña, o el hierro que ahoran usa a nombre de, necesita refrescar por lo que he leido en otroas noticias. Problema de casi todas las ganaderías comerciales con el maldtio toro noble. Porlo que supe fue mucha gente de Lima a Palca y Sicaya, Saludos
ResponderEliminarFelicitaciones Jaime por esta buena crónica.
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