jueves, 1 de noviembre de 2007

"EL ORIGEN DE LA TAUROMAQUIA" ARTICULO PUBLICADO EN LA REVISTA "OLE Y OLE"


Por Jaime de Rivero B.
 
La tauromaquia probablemente sea el arte más complejo y enigmático que subsiste en la actualidad. La corrida de toros es el rito que realiza uno de los mitos más interesantes de nuestra herencia hispánica, por el cual el hombre desafía auténticamente a la muerte, encarnada en la bravura del toro de lidia, creando un espectáculo único por su emoción y belleza, con el que se reivindica el valor supremo de la vida. 

La relación entre hombre y toro bravo se remonta al origen de los tiempos. La presencia singular y misteriosa del toro se encuentra en las culturas mediterráneas más antiguas, así como en aquellas surgidas en el Medio Oriente y el África, quedando registrada su magnifica estampa en las primeras manifestaciones del arte, las ceremonias religiosas, las guerras y muchas expresiones culturales que se conservan en la memoria de los pueblos.

El toro aparece en la iconografía antigua como la descubierta en la ciudadela turca de Catal Huyuk (7,000 a.C.). Para la civilización egipcia el toro y la vaca simbolizan la fecundidad y fertilidad de la población campesina; su culto fue vinculado al de los dioses y su alta relevancia comprobada en las ceremonias fúnebres. El Palacio de Minos en Creta, conserva imágenes de la ejecución del salto mortal en la testuz de un toro. En la Acrópolis de Tirynto un muro contiene frescos que también muestran el salto sobre un bóvido salvaje, escena que se repite en la vasija proveniente de la tumba de Vafio en el Peloponeso. El toro alcanzó grado mitológico con las leyendas sagradas del Rey Minos y del Rapto de Europa, que influyeron sobre el resto de la cultura griega.  Durante el Imperio Romano, los juegos del toro tuvieron trascendencia como diversión y objeto de culto, inclusive el emperador Julio Cesar alanceó toros, probablemente uros, como da cuenta en sus memorias reunidas en sus Comentarios de la Guerra de las Galias o Comentari de Bello Galico.

En Santander, la cueva de Altamira (11,000 a.C.) muestra la presencia del bisonte (animal similar al toro pero de menor bravura) en la temprana Iberia. La estela labrada de Clunía en Burgos, representa una escena de lucha taurina. Los Toros de Guisando en Ávila, esculpidos en granito, tuvieron un poder mágico para la protección de la especie, según la creencia popular. Muy cerca, en el sur de Francia, la cueva de Lascaux conserva imágenes del uro, animal procedente del oriente al que se le atribuye la paternidad del actual toro de lidia.

José María Moreiro ha recogido las teorías más relevantes que pretenden establecer el origen de la tauromaquia en las civilizaciones antiguas. La tesis romana se levanta sobre la gran difusión recreativa que tuvieron los juegos del toro durante el imperio y, sobre todo, su semejanza con algunas suertes taurómacas que se practicaron en siglos pasados.

La tesis árabe parte de la teoría, en verso y prosa, de Nicolás Fernández de Moratín que indica que los primeros en luchar con toros fueron los moros de Toledo, Córdoba y Sevilla; sin embargo, los vestigios primitivos y las leyendas populares prueban que la actividad taurina es anterior a la ocupación árabe.

La tesis española surge de los descubrimientos arqueológicos en la península ibérica y sostiene que el culto al toro se desarrolló libre de influencias externas. Muchos de quienes propugnan esta tesis también sostienen la continuidad de la raza bovina que habitó el territorio en tiempos remotos, para así consolidar el vínculo entre los vestigios prehistóricos y la actual corrida de toros.

En mi opinión, las tres explicaciones comparten el mismo defecto que les resta validez. Ninguna es capaz de explicar cabalmente la continuidad de la actividad taurina a través de la historia, entendida como la concatenación de sucesos conexos que debe existir entre aquellas manifestaciones arcaicas y la actual corrida de toros, que como tal, se conoce a partir de la Edad Media.

Tal vez, los estudiosos deban volver su mirada hacia el toro bravo y su evolución, principalmente, en aquellas épocas en las que poco se conoce de su relación con el hombre. Si bien no existen investigaciones que traten con profundidad la supervivencia del toro de lidia a través de la historia, si se conoce que las especies bravas derivadas del genero bos tauros primigenium, como el uro, que habitaron Europa y otras latitudes, fueron exterminadas de la faz de la tierra entre los siglos XIV y XVII, por constituir su depredadora fiereza, verdadera amenaza para la raza humana. Entonces ¿Por qué en España el toro de lidia subsistió mientras desaparecía del resto de Europa ?

Siguiendo la tesis del periodista José Alameda, el toreo moderno tal como lo conocemos hoy en día empieza a fraguarse en la Edad Media, a partir de las prácticas militares que realizaban los caballeros y los señores feudales. El contexto social fue la Guerra de Reconquista Española, iniciada en el s. VIII d.C. por los pueblos ibéricos para expulsar a los invasores árabes de la península y que tuvo una duración aproximada de ocho siglos. Esta guerra no fue una lucha continúa sino una sucesión de muchos enfrentamientos entre los cuales se sucedieron muchaas treguas. En estos recesos, que podían durar decenas de años, era imperativo mantener en forma a la caballería, principal fuerza de combate de la época.  

Durante las treguas de la Guerra de Reconquista Española se organizaron grandes torneos para la caballería, prevaleciendo el toro sobre otras especies como el lobo o el jabalí, por ser aquel mejor simulador bélico. La función militar del toro trajo dos consecuencias que serían decisivas para la aparición ulterior de las corridas de toro: Propició la gran concentración y crianza del toro bravo en la península ibérica, cuando era eliminado del resto de Europa; y, permitió la aparición de un grueso cuerpo pajes, chulos y demás hombres capacitados para asistir a los caballeros en sus torneos y entrenamientos, siempre bajo la sombra imponente de la cabalgadura. 

La expulsión de los árabes de la península a mediados del s. XV causó la decadencia irreversible de la caballería que en los siglos subsiguientes perdería su funcionalidad y privilegios. La colonización americana y las guerras de naturaleza religiosa emprendidas contra los galos, los protestantes y los turcos en el s. XVI, no impidieron la extinción de la nobleza montada, pues la condición y magnitud de estos conflictos no guardaba proporción con los sostenidos durante ocho siglos.

José Alameda sostiene que para ese entonces el toreo a la jineta se encontraba quebrado y las grandes cuadras de caballos arruinadas.  Sin embargo, el toro bravo, raíz de la fiesta, seguía ahí, plantado en el plexo solar de España. Y frente a él estaba el pueblo integrado por chulos y pajes preparados para la lidia.  Así, el pueblo llano y el toro van a hacer la fiesta. El toreo de a pie se convierte por obra popular en la nueva forma de la vida social del español.  De esta forma, la lidia de toros pierde su condición militar primigenia para formar parte de la vida festiva española.

Pero el toreo de a pie que surge en el siglo XVI difiere mucho al que hoy admiramos en la plaza. Por citar algunas diferencias, la lidia se practicaba en espacios públicos, la faena era ciertamente confusa pues no estaba organizada en tercios, gravitaba sobre la suerte de varas y no existía la muleta. Muchas son las suertes que gozaron de gran aceptación en aquella época y que luego se perdieron por falta de práctica y exigencia. A guisa de ejemplo, algunas de las suertes caídas en desuso son el despeño de toros, la suiza, la lanzada a pie, los salto al tras cuerno y a la garrocha, el uso de perros, el monta toro, el desjarrete y la media luna.

En este breve repaso evolutivo, el aporte del celebre matador Francisco Montes "Paquiro" es de suma trascendencia en la medida que su obra Tauromaquia Completa (1), publicada en 1836, constituye el primer intento coherente para ordenar la lidia, atribuyéndosele el diseño primitivo de la actual corrida de toros.  A partir de la publicación de la obra y con el aporte, principalmente, de Antonio Carmona "El Gordito", notable impulsor del tercio de banderillas, y de Francisco Arjona "Cúchares", a quien se le atribuye la paternidad del toreo de muleta que hoy gobierna en las plazas, el espectáculo ira organizándose, reglamentándose, hasta llegar a la actual corrida de toros.

En síntesis, el origen de la tauromaquia o arte de lidiar reses bravas, es auténticamente hispano y profundamente popular. Es una obra espontanea, colectiva y progresiva que el pueblo ha forjado a través del tiempo, dotándola de su espíritu y sus señales de identidad, que en buena medida son de los componentes más atractivos del hondo espectáculo que hoy tenemos.


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(1) Se presume que con su nombre apareció en el año 1836 la célebre Tauromaquia Completa, obra del crítico taurino Santos López Pelegrín, Abenámar, y que es considerada la más importante preceptiva taurina de todos los tiempos.