JOSELITO ADAME TRIUNFA EN CIERRE DE FERIA. ENRIQUE PONCE SE LLEVA EL ESCAPULARIO DE ORO.
Escribe: Jaime de Rivero
El mexicano Joselito Adame ha calado en la afición limeña. Salvó el cierre de feria con su buen toreo de valor y entrega. Cortó dos orejas a ley y salió por la puerta grande de Acho.
La corrida de Achury Viejo, mansa, dispareja pero con edad y presencia, siguió el derrotero señalado por el primero que salió a la arena, un toro sin raza que tenía muchos defectos: mirón, reservón, suelto, peligroso, sin clase ni recorrido. Sus hermanos acusaron similares condiciones pero en distintos grados y matices, con mayor o menor intensidad, pero siempre sueltos, sin fijeza, mirando y embistiendo con la cara alta, sin humillar.
Adame lidió el mejor lote y triunfó con el que se corrió en segundo lugar, un manso encastado que se salía suelto de los engaños, pero que tenía como principal virtud la movilidad. Supo aprovechar este atributo para llevarlo bien toreado a media altura y lograr tandas muy emocionantes por pitón derecho. Por el izquierdo, el astado no quería, pero igual lo hizo pasar en series cortas de menor lucimiento. Faena de exposición ante un repetidor adversario que transmitía a los tendidos. Ceñidas manoletinas fueron la antesala de una gran estocada. Mató impecablemente en la suerte de recibir, dejando la espada arriba, en el sitio. Un mar de pañuelos, dos orejas y una emotiva vuelta al ruedo.
El quinto era un manso perdido que huía despavorido. El azteca lo persiguió hasta retenerlo en la tela, logrando algunos pases pero sin armar una faena. Una estocada tendida y dos descabellos, diluyeron una posible oreja. No obstante, Adame no estuvo acertado con este Achury. Los mansos de libro tienen una lidia particular que no es sencilla. Requiere de oficio, paciencia y suerte. A estos animales hay que consentirlos y cuidarlos para que confíen y, sobre todo, darles tiempo y aire para no espantarlos. Convencerlos del juego, sin apretarlos ni apabullarlos, toreándolos en línea, con suavidad, a media altura y tapándolos para que no se vayan. Una vez metidos en la pelea, intentar bajar la mano lentamente para –con suerte– someterlos por abajo como bravos y –con más suerte aún- que se entreguen a embestir para extraer el fondo de casta que puedan tener. Esto no se hizo. Adame lo encimó desde el primer muletazo, quizá enardecido por los oles iniciales que recordaban su primera faena. Con el toque fuerte y el golpe de zapatilla, trató de bajar la mano y el toro rodo por la arena. Insistió por esta senda de la exigencia y en la tercera serie ya no tenía adversario. Se paró y se orientó.
Careció de experiencia y paciencia, dos virtudes de la maestría que este diestro, el mejor mexicano de las últimas décadas en Acho, seguramente adquirirá con el tiempo. Debe regresar, quizá alternando con Diego Urdiales o Juan Carlos Cubas.
La voluntad de Daniel Luque se hundió en la mala condición de sus oponentes. El que abrió fue imposible. El cuarto era manso, noble pero sin fuerzas. El de Gerena lo brindó al público, logrando buenos muletazos iniciales, pero el astado se vino abajo. Quería pero no podía.
El salmantino Juan del Álamo tampoco tuvo suerte en el sorteo. Estuvo muy dispuesto y valiente con el tercero, uno muy reservón y peligroso que no dejaba ligar los muletazos. El que cerró feria era incierto y probón. Se descolocaba al final de cada suerte y no permitía la ligazón. El diestro estuvo por encima, logrando algunos pases aislados, siempre aguantando a este animal carente de raza y clase.
El salmantino Juan del Álamo tampoco tuvo suerte en el sorteo. Estuvo muy dispuesto y valiente con el tercero, uno muy reservón y peligroso que no dejaba ligar los muletazos. El que cerró feria era incierto y probón. Se descolocaba al final de cada suerte y no permitía la ligazón. El diestro estuvo por encima, logrando algunos pases aislados, siempre aguantando a este animal carente de raza y clase.
ESCAPULARIOS DE ORO Y PLATA
El Jurado oficial, integrado por autoridades y aficionados, entregó a Enrique Ponce el Escapulario de Oro, mientras que el Escapulario de Plata correspondió al toro “Laureado” de Roberto Puga. (Por Jaime De Rivero)