PEDRO LUIS DESTACA EN DESLUCIDA NOVILLADA
Cortó una oreja a un encierro manso y descastado de Ciro Neira que no dio facilidades.
Escribe Jaime de Rivero.
Hace unos días en la crónica de la revista Caretas, escribí que la mano del ganadero es tan importante como la sangre brava que se importa. En el Perú solo hay 5 o 6 ganaderos. Ser ganadero antes que un negocio es afición, y en grado superlativo. Si no hay afición autentica, con el conocimiento, la dedicación y el rigor que conlleva, la estirpe de la bravura por muy afamada que sea, se arruinará indefectiblemente. Y eso está ocurriendo con muchas ganaderías locales, que invierten en sementales, pero no cuentan con auténticos ganaderos que permitan alcanzar la difícil regularidad en la embestida de sus productos.
La novillada de Ciro Neira, que estuvo bien presentada
salvo por la arboladura, resultó mansa y descastada, abundando los huidizos,
tardos, rajados, vencidos y sobre todo, probones, que es el defecto de acudir al cite midiendo y tanteando para acertar en algo que
generalmente termina siendo el bulto.
Asi es como los toros más aprenden, si no se les lidia con precisión, y
eso es lo que faltó, comprensible por el menor bagaje de los
alternantes.
Pedro Luis demostró que es un novillero con valor y solvencia, posee un concepto claro del toreo de poder, de mano baja para rematar atrás de la cadera, sin embargo, esto no siempre puede imponerse a todos los animales, menos a los mansos huidizos que salieron hoy. Pudo abrir la puerta grande, si hubiese tenido una cuota de suerte tras matar correctamente a su lote.
El tercero siempre salió suelto buscando los tendidos de sol, anunciando desde el capote que se vencía por el pitón izquierdo, aun así Pedro Luis lo fijó por chicuelinas ceñidas en los medios, de mucha exposición. El astado regresó rajado a sol y ahí lo toreó por el derecho con más voluntad que lucimiento, aguantando mucho. Me parece que le bajó mucho la mano en los muletazos iniciales, acentuando los defectos propios de la mansedumbre. Ejecutó la suerte de matar con seguridad y contundencia, pero el novillo demoró en doblar, perdiendo la oreja.
También recibió a porta gayola al que cerró plaza, uno muy serio que salió suelto como sus hermanos. En las banderillas el burel se mostró más fijo y franco, acudiendo al galope a los palos que resultaron lucidos. En la muleta repitió con trasmisión, pero venciéndose por el derecho. Por el izquierdo remataba con la cara alta, empalándolo dos veces. Retomó por el derecho y con el toque fuerte a mitad de cada pase, logró resolver el problema. Hizo que el novillo solo busque la tela cuando antes se colaba. Buena faena que consagra con una estocada arriba, bien ejecutada, pero por esos imponderables de la fiesta, el animal también demora en doblar. Oreja importante.
Julio Alguiar. El primero serio y peligroso, era un manso que de salida se emplazó en los medios. Siempre con la cabeza alta, se escupió en varas sin recibir el castigo que merecía por su incierta condición, a pesar de que entró tres veces al caballo. Cuando el animal no acude en tres oportunidades, las rayas dejan de aplicarse y el picador puede traspasarlas para picarlo donde pueda, en el tendido si es necesario. Nuevamente se emplazó en los medios y fue imposible hacer más. Mató como pudo y dobló sorprendentemente rápido. Pudo ser eterno.
El cuarto fue otro manso, suelto sin entrega, que tardó en fijarse. Se dejó pegar en el caballo. En el tercio de muerte sacó algo de raza, repitió en la pañosa, pero en la segunda tanda por derecho se rajó, y en la siguiente se coló y desarmó. No hubo más.
El peor lote lo sufrió Joaquín Caro, que estuvo hábil y acertado con las banderillas. El manso que salió en segundo lugar se escupió tras recibir el puyazo, castigo corto pero suficiente para que baje la testuz. Caro con los palos estuvo hábil y seguro, resolvió sobre la marcha la dificultad que le impuso el novillo cuando se frenó en el embroque. El segundo par lo dejó arriba y cerró el tercio con uno al quiebro que fue ovacionado.
El novillo llegó rajado a la muleta, Caro intentó en el tercio, en los medios y hasta en la querencia de arrastre, pero no hubo nada por hacer con este ejemplar tan enterado como peligroso. No acertó con la espada.
Fijó rápidamente al quinto que prometía más pelea que sus hermanos. También se venció por el derecho, cogiendo al novillero sin consecuencias.
Caro ratificó su solvencia con los rehiletes, en tres pares que salieron lucidos, destacando en los cuarteos. Con la muleta el animal repitió más que sus predecesores, pero soltando la cabeza y probando con peligro. Por el derecho no tuvo un pase. Abrevió
Dos comentarios:
(1) Una vez que el toro es apuntillado, la lidia ha concluido y el torero debe retirarse al callejón del que solo puede salir si el público con sus aplausos así lo autoriza. No es correcto que el novillero salga de propia iniciativa al tercio para motivar ovaciones que aún no hay. Cuidemos la liturgia.
Coincido en la apreciación del ganado, además salvo el último muy pobres de defensas.
ResponderEliminarDicen y no tengo porque dudarlo que se están haciendo en España. Su poco recorrido se va cuando Aguiar, el que más tiempo tiene en el oficio, quizá por entusiasmo sale a brindar un manso. No tiene apoderado.
Otro apunte, no me gustan los toreros qué dan un pase y le reclaman al público, los 3 cayeron en lo mismo. Voy hacer de adivino, los tres les auguro que terminaran toreando en nuestras plazas de provincias. No es para mas. Quiero equivocarme