martes, 12 de noviembre de 2024

Revista CARETAS "TOROS, PÚBLICO Y AFICIÓN" Crónica 3° ACHO, Escribe JAIME DE RIVERO

 


“TOROS, PÚBLICO Y AFICIÓN” 

o  "TOROS PARA UN PÚBLICO SIN AFICIÓN"

El sevillano Borja Jiménez sale a hombros de Acho en la tercera corrida de abono. Perera cortó una oreja en tarde interesante y entretenida con toros encastados de Núñez del Cuvillo.

Escribe Jaime de Rivero

Mucho público, poca afición. En los toros, el respetable no es un simple espectador, ya que posee facultades y las emplea durante cada lidia. Ejerce con voz y voto, a diferencia de cualquier otro espectáculo o deporte. Por tanto, su responsabilidad es mayor, pues interviene hasta en el resultado final. Sabia forma ancestral de preservar la integridad de este rito lleno de preceptos, costumbres y simbolismos que son su esencia y contenido.  

Pero no todo el público es aficionado, para serlo no basta un puro y una bota; la verdadera afición se cultiva, en un aprendizaje constante que toma tiempo y dedicación. No es para todos, y hoy, faltan aficionados que realmente conozcan el ritual en su conjunto.  El público de Acho ganó prestigio, porque a diferencia de otros lugares, el toreo práctico estaba muy difundido entre los limeños de antaño y se tenía gran cantidad de conocedores en los tendidos. Pero esto dejó de ser así. 

El domingo casi no hubo aficionados en el público, al menos no en número suficiente para hacerse sentir. Jamás en Acho un bajonazo fue premiado, ni se protestó a quien lidiaba por abajo como Miguel Ángel Perera y otros sinsentidos impropios de su solera. Siempre, junto a ese público festivalero, hubo aficionados en los tendidos que ejercían sus derechos con conocimiento y enseñando a otros con el ejemplo.

La crisis de afición abarca a todos los estamentos. El domingo, dos matadores erraron en el brindis, lanzándole la montera de espaldas a las damas, cuando lo correcto era entregárselas de frente. También entre los subalternos que, sin dignidad ni vergüenza, presionan por trofeos como nuevamente ocurrió en el ruedo. Si ellos no cuidan la tradición, no hay como preservarla. Sin afición, tampoco.

No pretendo una plaza colmada de aficionados, ello sería insoportable. Ni fungir de purista que critica todo para adquirir falso y fácil prestigio. Por el contrario, hace unos años publiqué una investigación que demostraba que en Acho, al igual que en España, en todas las épocas desde hace 150 años, ha existido agoreros que denuncian la ignorancia del público. Cierto o no, en cada momento hubo el contrapeso de los aficionados que balanceaban las fuerzas y mantenían el equilibrio y la identidad de las plazas.  Esto es lo que hoy está faltando.

La corrida de Núñez del Cuvillo, completada con uno de Sancho Dávila (2°) fue muy interesante por su juego y bravura, al menos para esa facción de aficionados que analizamos al toro para valorar al torero, que es el orden natural para formar un juicio justo. Los toros cumplieron en edad y presentación a pesar que a algunos le faltó más remate. La corrida fue encastada, embistió y humilló, pero sobre todo hubo mucho que torear, destacando por su bravura el 1°, 4° y 5°.

El primero de la tarde, con el que Borja Jiménez confirmó alternativa, cosa impropia en Acho, fue bravo, noble y repetidor, a pesar que le costó fijarse de salida. La primera vara la tomó al relance y en la segunda empujó la cabalgadura.

 

El sevillano inició en tablas hacia los medios con series de derechazos cada vez más ligadas por abajo, aprovechando que el toro humillaba con recorrido. Estuvo firme con la muleta, tirando cuando había que hacerlo y aguantando cuando el animal se lo pensaba.  Por naturales no tuvo similar intensidad.  Buena faena por el pitón potable, pero con enganchones y desarmes, que debió tener mayor fuste porque aquel toro merecía más.  Gran estocada, le dan una oreja con fuerte petición de la segunda que desemboca en una bronca contra el juez.

 

Si con este Borja estuvo lidiador, con el sexto estuvo efectista. El burraco tenía poder, pero se ceñía por ambos lados desde las verónicas y chicuelinas de recibo. Tras el caballo y las banderillas, llegó a la muleta calamocheando. Borja lo llevó al tercio en donde le cuajó una buena serie de derechazos, bajándole la mano y con el toque fuerte para hacerlo pasar dejando lo suyo en cada embestida. Firme, poderoso y valiente ante los derrotes, pero cuando notó que el astado le exigía más entrega y valor, optó por lo más fácil. Se lo llevó al público de sol para el toreo de cercanías y el adorno. No hubo ni un pase templado por abajo. Labor inconclusa que remató bien con la espada, aguantando o en la suerte de aguantar, de efectos inmediatos. Pañuelos del público en fiesta y una oreja benevolente que fue muy protestada. 

 

El segundo, de Sancho Dávila, para Miguel Ángel Perera, no fue franco ni tuvo entrega, siempre acudió defendiéndose más que atacando. Lo ratificó en banderillas, esperando a los de a pie. En la muleta no tuvo mayor recorrido y se revolvía para repetir. El extremeño acertó perdiéndole pasos para no quedar descolocado y poder ligar, pero la faena nunca despegó. Le faltó una pausa entre cada serie para no abrumar al toro.  Dos pinchazos, estocada y silencio. 

 

La mejor lidia de la tarde fue la de Perera al cuarto, que fue bravo. Se arrancaba de lejos con prontitud y al galope, a veces sin que lo citen.  El español salió decidido, recibiéndolo con una larga de rodillas para continuar a la verónica y en los quites consumando el mejor toreo de capote de la corrida.

 

Inició clavado en los medios, citando al toro que se arrancó desde la barrera, con derechazos y cambiados por la espalda de mucha emoción.  El burel fue quedándose corto y, por ello, las series de toreo fundamental fueron de tres pases y el de pecho, tanto por derecho como por izquierdo, todas entre ovaciones. El toro perdió movilidad y la faena intensidad. Dejó una estocado en los bajos que impedía cualquier trofeo. Sin embargo, reapareció el público orejero para enrostrarle a todos que traía pañuelo.  Peor estuvo el juez que, sin existir petición mayoritaria, otorgó el apéndice, entre protestas de la parte sensata que aún queda en el público.

 

Alfonso de Lima planteó bien el inicio de faena a su lote, doblándose toreramente con el primero, para domeñar y alargar las embestidas, y de rodillas con el otro para levantar de emoción a los tendidos, pero cuando llegó el momento del toreo fundamental, que es el que le da valor y trascendencia a la lidia, se embarulló sin claridad. El primero fue complicado, pero el segundo si bien era mirón, tenía casta, poder y pies, y había mucho por hacer con esas embestidas llenas de trasmisión. En ninguno prosperó, en medio del silencio. 

jueves, 7 de noviembre de 2024

Revista CARETAS "GRACIAS POR TANTO, MAESTRO" CRÓNICA 2° CORRIDA ACHO Escribe JAIME DE RIVERO

 

El bocinazo más preciso de los últimos años da el título a esta crónica.

“GRACIAS, POR TANTO, MAESTRO”

El Torero de Lima Enrique Ponce se despidió de Acho saliendo por la puerta grande, en una tarde histórica. Actuó en mano a mano con Joaquín Galdós que cortó una oreja.

Escribe Jaime de Rivero

El domingo pasado concluyó una etapa memorable en la historia de Acho, que se extendió por más de tres décadas, en las que tuvimos el privilegio de gozar del arte genial de uno de los grandes toreros de todos los tiempos.  Enrique Ponce se despidió con los honores propios de la figura inmensa que es. Cortó dos orejas con una faena de las suyas y abrió la puerta grande por duodécima vez, convirtiéndose en el diestro que más veces ha salido en hombros en la feria del Señor de los Milagros, creada en 1946.

Magnifico colofón de quien ha sido ídolo absoluto desde su exitoso debut en 1991, cuando desorejó a Canuto de Capiro de Sonsón y se insertó para siempre en alma de la afición .  A este suceso le siguieron faenas de gloria a lo largo de las veinte ferias en las que intervino; entre 1993 y 2013, no hubo tarde en que no corte trofeos en Acho, lo que no tiene parangón con torero alguno.  

En la memoria de todos están grabadas las cuatro orejas del lote de Xajay, el rabo de Halcón, la proeza con el de Bernaldo de Quirós y los triunfos con los de Roberto Puga.  Treinta y tres orejas y un rabo, el último concedido en Acho en 25 años, cinco Escapularios de Oro, que debieron ser más, así como varias marcas imbatibles, integran una trayectoria única y formidable que yace en los anales de la plaza del Rímac.

Con esa sensibilidad tan propia, la afición limeña intuyó el devenir de su precoz maestría, pronto depósito su fe en él y se volvió fervorosamente poncista, como en su momento fue belmontista y manoletista. Con su categoría en el ruedo, el de Chiva fue ocupando el lugar preferencial que dejaba el recordado José María Manzanares, principal referente de nuestra plaza en los años 70 y 80.  Con el tiempo, se le hizo Torero de Lima, distinción reservada para muy pocos espadas, tan solo Luis Procuna, Antonio Bienvenida, Ángel Teruel y Manzanares.  

Enrique Ponce ha sido máxima figura por tanto años, porque pertenece a la estirpe torera de unos pocos privilegiados. Su tauromaquia lo situó en la línea de los diestros poderosos, que pueden entender y dominar a toda clase astados. Confluyen la técnica, el valor, la clase y el empaque, que son principales atributos de su toreo, a los que se añade una inteligencia superior, que le permite resolver en la cara del toro. Virtud reservada para muy pocos, haciendo que su toreo esté siempre por encima de su adversario, dando lugar a la llamada “difícil facilidad”, que consiste en hacer pasar por simple lo que es laborioso y complicado.  

La corrida estuvo a punto de arruinarse por el juego desesperante del encierro de El Pilar, de correcta presentación, pero sosos, sin fuerza, codicia, trasmisión ni fondo de bravura. Si bien empujaron en el caballo, tendían a salir sueltos sin mayor acometividad. En la muleta humillaron, pero rematando por alto cuando no descompuestos.

La excepción fue el quinto, colorado listón, que repetía por abajo, al que el valenciano descifró claramente en los primeros tercios, en los que cuido la lidia y al toro, haciendo lo preciso para convencerlo de embestir sin mansear. Dirigió la suerte de varas y el tercio de banderillas a viva voz, para asegurar que no pierda facultades.

Con la pañosa lo lidió con lentitud y suavidad, tanto por el pitón derecho como el izquierdo, siempre llevándolo a su aire, sin exigirle para que no pierda los remos. Faena de inteligencia y paciencia acorde a las condiciones de su oponente, al que convenció de hacer lo que él quería.  La clave de su imperio fue el temple, que en Ponce es proverbial, con el que lo llevó cocido en cada muletazo por abajo, todo hecho con clase y empaque. Terminó con unas poncinas de mucho sentimiento y lo fulminó de una estocada entera. Su plaza se cubrió de pañuelos y le concedieron las orejas por unanimidad.

El que abrió plaza, justo de fuerzas, nunca se entregó. El maestro superó el calamocheo de las embestidas hasta completar tandas que no terminó de rubricar con la espada.  El tercero que tampoco tuvo motor, se rajó en las primeras series con la tela roja, sin dar ninguna opción. 

Al arrastre del sexto, Andrés Roca Rey saltó del tendido al ruedo para cargar en sus hombros al maestro que se va, también lo hicieron otros matadores peruanos, entre ellos Gabriel Tizón, Flavio Carrillo, Aníbal Vázquez y Fernando Roca Rey. Al final, fueron dos vueltas al ruedo, en uno de los gestos más emotivos para con el último Torero de Lima.



El lote de Joaquín Galdós fue similar.  El segundo de la tarde llegó a la muleta descompuesto, le costó una enormidad repetir. Ligó muletazos parado en el sitio, algunos con suavidad y de buena factura, pero que no lograron redondear faena. Pinchó en la suerte mayor y recibió una ovación en el tercio.

Al colorado silleto que hizo de cuarto, lo toreó por series ligadas por el derecho mientras que por el izquierdo los pases fueron de uno en uno, sin mayor trasmisión por culpa del burel que fue perdiendo movilidad. Pinchazo y estocada entera, ambos ejecutados con verdad, fueron suficientes para recibir un apéndice.  

Al sexto, que lucía más raza y motor que el resto, se le cambió por un defecto visual. El reemplazo acusó los mismos defectos de sus hermanos. Las primeras tandas fueron deslucidas por la embestida informal del toro, pero a base de porfiar con la muleta en la cara, Joaquín logró finalmente engarzar dos series buenas por el derecho. Justa y meritoria recompensa que no resultó suficiente para revertir el declive de la faena, provocada por la mala condición del astado.

 

 

lunes, 4 de noviembre de 2024

Revista APLAUSOS "ENRIQUE PONCE ADIOS CON HONORES A LIMA" Escribe JAIME DE RIVERO

 


PONCE ADIOS CON HONORES A LIMA

Corto dos orejas y salió a hombros de Acho en tarde histórica. Joaquín Galdós cortó una oreja.

 

Escribe Jaime de Rivero 

En una tarde muy emotiva, llena de deferencias y reconocimientos, el Torero de Lima Enrique Ponce se despidió de la afición peruana, luego de haber transcurrido treinta tres años desde su primer paseíllo.  Y lo hizo por todo lo alto, abriendo la puerta grande de Acho por duodécima vez, convirtiéndose en el torero que más veces ha salido a hombros en las 77 ediciones de la feria limeña, superando a Palomo Linares y Curro Girón que empatan en once. 

De este modo se cerró un ciclo poncista en Lima, una relación de cariño y admiración recíprocos que abarcó más de tres décadas, en las que el maestro estuvo presente en veinte ferias moradas, la mayoría de ellas con corte de apéndices.

La tarde estuvo condicionada por el mal juego del ganado de El Pilar, de correcta presentación, pero sosos, sin fuerza, codicia, trasmisión y fondo de bravura. Si bien empujaron en el caballo, tendían a salir sueltos sin mayor acometividad. En la muleta humillaron, pero rematando por alto cuando no descompuestos descompuestos.

El que abrió plaza, justo de fuerzas, nunca tuvo entrega. El maestro procuró superar el calamocheo que traía en sus embestidas, logrando completar tandas que formaron faena que no terminó de redondear con la espada.  El tercero que tampoco tuvo motor, se rajó en las primeras series con la tela roja. 



El quinto, colorado listón, fue el que más posibilidades ofreció durante la tarde, el valenciano lo percibió claramente desde los primeros tercios en los que cuido la lidia y al toro, haciendo lo preciso y necesario para convencer al animal a embestir. Dirigió la suerte de varas y el tercio de banderillas orientándolas a no agotar al astado.  Con la pañosa, en todo momento lo lidió con suavidad, sin brusquedad, tanto por el pitón derecho como el izquierdo, siempre llevándolo toreado para que termine haciendo lo que él quería. Faena de paciencia e inteligencia según las condiciones de su oponente. Terminó con unas poncinas de mucho sentimiento y lo fulminó de una estocada entera. La plaza se cubrió de pañuelos y le concedieron las dos orejas.

Al arrastre del sexto toro, Andrés Roca Rey saltó del tendido al ruedo para cargar en sus hombros al maestro que se va, también lo hicieron otros matadores peruanos como Gabriel Tizón, Flavio Carrillo, Aníbal Vázquez, Fernando Roca Rey, entre otros, en uno de los gestos de reconocimiento y aprecio hacia el último Torero de Lima, más valiosos que se recuerden.

El lote de Galdós fue similar al del valenciano.  El segundo de la tarde llegó a la muleta descompuesto, le costó una enormidad repetir humillado. Ligó muletazos parado en el sitio, algunos con suavidad y de buena factura, pero que no logran redondear faena. Tras la suerte de matar, recibe una ovación en el tercio.

Al colorado silleto que hizo de cuarto, lo toreo por series ligadas por el derecho mientras que por el izquierdo los pases fueron de uno en uno, sin mayor trasmisión de un animal que fue perdiendo movilidad. Pinchazo y estocada entera, ambos ejecutados con verdad, son suficientes para recibir una oreja.  

El sexto, que tenía más raza y motor, se cambió por un problema de la vista. El reemplazo de la misma ganadería, acusó los defectos de sus hermanos en los tercios iniciales. Las primeras tandas fueron deslucidas por la informalidad de la embestida, pero a base de porfiar con la muleta en la cara, el peruano logró finalmente engarzar dos tandas buenas por el derecho, justa recompensa que no fue suficiente para detener el declive de la faena por la condición del astado.

 

Ficha; plaza de acho, plaza llena. 6 Toros de El Pilar bien presentados, pero sosos, sin poder ni fuerzas. Enrique Ponce ( palmas, palmas y dos orejas) y Joaquín Galdos (saludos desde el tercio, oreja y palmas). Enrique Ponce dio dos vueltas al ruedo de despedida.

sábado, 2 de noviembre de 2024

PEDRO LUIS DESTACA EN DESLUCIDA NOVILLADA --CRONICA - Escribe JAIME DE RIVERO

 


PEDRO LUIS DESTACA EN DESLUCIDA NOVILLADA

Cortó una oreja a un encierro manso y descastado de Ciro Neira que no dio facilidades.

Escribe Jaime de Rivero.

Hace unos días en la crónica de la revista Caretas, escribí que la mano del ganadero es tan importante como la sangre brava que se importa. En el Perú solo hay 5 o 6 ganaderos. Ser ganadero antes que un negocio es afición, y en grado superlativo. Si no hay afición autentica, con el conocimiento, la dedicación y el rigor que conlleva, la estirpe de la bravura por muy afamada que sea, se arruinará indefectiblemente. Y eso está ocurriendo con muchas ganaderías locales, que invierten en sementales, pero no cuentan con auténticos ganaderos que permitan alcanzar la difícil regularidad en la embestida de sus productos.

La novillada de Ciro Neira, que estuvo bien presentada salvo por la arboladura, resultó mansa y descastada, abundando los huidizos, tardos, rajados, vencidos y sobre todo, probones, que es el defecto de acudir al cite midiendo y tanteando para acertar en algo que generalmente termina siendo el bulto.  Asi es como los toros más aprenden, si no se les lidia con precisión, y eso es lo que faltó, comprensible por el menor bagaje de los alternantes.

Pedro Luis demostró que es un novillero con valor y solvencia, posee un concepto claro del toreo de poder, de mano baja para rematar atrás de la cadera, sin embargo, esto no siempre puede imponerse a todos los animales, menos a los mansos huidizos que salieron hoy. Pudo abrir la puerta grande, si hubiese tenido una cuota de suerte tras matar correctamente a su lote.

El tercero siempre salió suelto buscando los tendidos de sol, anunciando desde el capote que se vencía por el pitón izquierdo, aun así Pedro Luis lo fijó por chicuelinas ceñidas en los medios, de mucha exposición. El astado regresó rajado a sol y ahí lo toreó por el derecho con más voluntad que lucimiento, aguantando mucho. Me parece que le bajó mucho la mano en los muletazos iniciales, acentuando los defectos propios de la mansedumbre. Ejecutó la suerte de matar con seguridad y contundencia, pero el novillo demoró en doblar, perdiendo la oreja.

También recibió a porta gayola al que cerró plaza, uno muy serio que salió suelto como sus hermanos. En las banderillas el burel se mostró más fijo y franco, acudiendo al galope a los palos que resultaron lucidos. En la muleta repitió con trasmisión, pero venciéndose por el derecho. Por el izquierdo remataba con la cara alta, empalándolo dos veces. Retomó por el derecho y con el toque fuerte a mitad de cada pase, logró resolver el problema. Hizo que el novillo solo busque la tela cuando antes se colaba. Buena faena que consagra con una estocada arriba, bien ejecutada, pero por esos imponderables de la fiesta, el animal también demora en doblar. Oreja importante.  

Julio Alguiar. El primero serio y peligroso, era un manso que de salida se emplazó en los medios. Siempre con la cabeza alta, se escupió en varas sin recibir el castigo que merecía por su incierta condición, a pesar de que entró tres veces al caballo.  Cuando el animal no acude en tres oportunidades, las rayas dejan de aplicarse y el picador puede traspasarlas para picarlo donde pueda, en el tendido si es necesario. Nuevamente se emplazó en los medios y fue imposible hacer más. Mató como pudo y dobló sorprendentemente rápido. Pudo ser eterno.

El cuarto fue otro manso, suelto sin entrega, que tardó en fijarse. Se dejó pegar en el caballo. En el tercio de muerte sacó algo de raza, repitió en la pañosa, pero en la segunda tanda por derecho se rajó, y en la siguiente se coló y desarmó. No hubo más.

El peor lote lo sufrió Joaquín Caro, que estuvo hábil y acertado con las banderillas. El manso que salió en segundo lugar se escupió tras recibir el puyazo, castigo corto pero suficiente para que baje la testuz. Caro con los palos estuvo hábil y seguro, resolvió sobre la marcha la dificultad que le impuso el novillo cuando se frenó en el embroque. El segundo par lo dejó arriba y cerró el tercio con uno al quiebro que fue ovacionado.

El novillo llegó rajado a la muleta, Caro intentó en el tercio, en los medios y hasta en la querencia de arrastre, pero no hubo nada por hacer con este ejemplar tan enterado como peligroso.  No acertó con la espada.

Fijó rápidamente al quinto que prometía más pelea que sus hermanos. También se venció por el derecho, cogiendo al novillero sin consecuencias.

Caro ratificó su solvencia con los rehiletes, en tres pares que salieron lucidos, destacando en los cuarteos. Con la muleta el animal repitió más que sus predecesores, pero soltando la cabeza y probando con peligro. Por el derecho no tuvo un pase. Abrevió

Dos comentarios:  

(1)     Una vez que el toro es apuntillado, la lidia ha concluido y el torero debe retirarse al callejón del que solo puede salir si el público con sus aplausos así lo autoriza. No es correcto que el novillero salga de propia iniciativa al tercio para motivar ovaciones que aún no hay.  Cuidemos la liturgia.

 (2)    La música estuvo bien, no sonó en la primera tanda como el domingo pasado. Con acierto se detuvo cuando el matador fue desarmado, pero debió reanudar cuando este se reincorporó a la lidia.