Introducción de mi libro LIbro "El Bicentenario.Feria del Bicentenario de la plaza de toros de Acho 1966" publicado en 2010 y en el que abordó la problemática de Acho y propongo una solución integral para lograr su recuperación arquitectonica para darle sostenibilidad en el tiempo.
En
el corazón del tradicional barrio de “abajoelpuente”, otrora el más castizo de
Lima, al pie del cerro San Cristóbal y
en la rivera del rio hablador, se levanta la vieja plaza de toros de Acho. Su inauguración se remonta al año 1766, lo
que la convierte en la plaza más antigua de América y la tercera en el mundo,
después de las de Zaragoza y Sevilla.
La
fiesta de toros llegó con los conquistadores y nació junto con la ciudad de
Lima, para forjarse a través de los siglos. La plaza mayor fue el primer ruedo y
desde 1538 se alancearon toros por los primeros españoles. Antigua, pues, es la
afición al espectáculo, en el que se unen valor y destreza, el arte y el
desplante. La popularidad de estos festejos aumentó con el tiempo,
incorporándose como componente distintivo de la vida peruana. Los
acontecimientos relevantes en estas tierras y allende los mares, como el arribo
de un nuevo virrey, el nacimiento de un noble heredero, la jura de un Rey, las
victorias militares o la canonización religiosa siempre fueron celebrados con
corridas de toros.
Tanta
fue la afición que a mediados del s. XVIII surgió la necesidad de edificar un
coso permanente. Así nació la plaza de Acho que posee una larga historia
cincelada por grandes faenas a través de cuatro siglos. En su ruedo han actuado
los mejores toreros como Paco Bonal,
Cocherito de Bilbao, Juan Mejías, Sánchez Mejias, Saleri II, Rodolfo Gaona. El
único ruedo de América que pudo deleitarse con el arte incomparable de Joselito
fue este del Rímac. Belmonte actuó también en muchas temporadas. Rafael El
Gallo, Vicente Pastor, Vicente Barrera, Cayetano Ordoñez, Marcial Lalanda,
Cagancho Domingo Ortega, Silverio Pérez, Armillita, La Serna, Luis Procuna, Manolete,
Pepe Luis Vásquez, El Litri, Julio Aparicio, Antoñete, Pepe Luis Vásquez, de los Bienvenida a los
Dominguín. La edad de oro de los
sesentas Curro Romero, Paula, Camino, El Viti,
El Cordobés, Puerta y los más grandes toreros hasta la actualidad.
La
importancia de la vieja plaza va más allá de la lidia de toros. Acho es un
monumento viviente que nos hace recordar permanentemente que el Perú no sólo es
lo andino, sino que existe un vínculo indisoluble con la madre patria.
Acho
está ligado profundamente a la tradición capitalina y dentro de sus paredes se
encierra gran parte de su historia. Los episodios más importantes de la vida
peruana como la colonia, la gesta emancipadora, , la anarquía republicana, las
guerras civiles, el conflicto con Chile, la reconstrucción nacional o la
agitada vida republicana del s. XX, han tenido correlato con alguna una corrida
o un suceso ocurrido en Acho.
A
través de los siglos, la plaza ha sido remozada y renovada en muchas ocasiones
pero siempre conservando la pureza de su estilo, la belleza de sus líneas, la
tradición de ese rincón tan criollo y limeño.
Constituye uno de los lugares más
distintivo de la ciudad. No en vano Antonio Garland acuño: “Acho es el archivo
nacional del criollismo”.
Las
fiestas por el bicentenario de la plaza de Acho han sido las más exitosas que recuerde
la historia peruana. No debe haber otro ciclo que haya reunido a tantos
maestros de la tauromaquia y tantas faenas memorables, aladas en una magnifica organización..
Una
comisión formada por connotados aficionados fue la responsable de este ciclo que contó con
el respaldo del Presidente de la República, Fernando Belaunde Terry, la
Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, propietaria de la plaza de Acho, la Municipalidad
de Lima y el Municipio del Rímac. Parte del éxito correspondió a la Corporación
Nacional de Turismo que en coordinación con instituciones y firmas comerciales,
organizó un conjunto de actividades que realzaron aún más la tan esperada
efeméride criolla.
La
Alameda de los Descalzos fue acondicionada con puestos al estilo de las casetas
y faroles sevillanos, donde se pudo disfrutar de comidas, música y danzas peruanas
y españolas. Hubo feria de arte popular, concurso de marinera y desfiles de
caballos de paso y un sinnúmero de actividades conmemorativas. El ambiente fue
de fiesta y el pueblo participó de esta semana de celebraciones.
En
el plano taurino el resultado fue brillante en los cuatro festejos de abono.
Por siempre se recordara el triunfo absoluto de Antonio Ordoñez con el toro “Carnaval”
de Javier Garfias, como en sus otras faenas; la rabia de triunfo y la actuación
memorable de Paco Camino; Santiago Martín “El Viti” inmenso en la última corrida
o el tesón de Antonio Bienvenida, cuya clase torera quedó nuevamente grabada en
la arena. Una feria de grandes faenas, pero también de pésimas estocadas que
arrebataron otros triunfos.
En
esta feria debutó con honores la ganadería Jaral del Monte –el nombre original
era “Cerro Prieto”- de propiedad de los hermanos Antonio y Fernando Graña
Elizalde. En su primera tarde nació la
leyenda de “Poncho Roto”, el bravísimo toro que fue lidiado por Manuel Cano “El
Pireo” y que marcó un hito en la historia de la plaza.
.
Atendiendo
a la repercusión que habían tenido las fiestas del Bicentenario en el mundo
taurino, Manuel Solari sugirió la creación de una sala especial dentro del
Museo de Acho, para que se puedan albergar y exhibir permanentemente los
capotes de los diestros, fotografías, carteles, programas oficiales, recortes
periodísticos y en general, todo el vasto material relacionado con esta semana
de celebraciones.
Aquella
sala nunca se implementó y este libro viene a cumplir de algún modo ese anhelo
de Zeño Manue, al reunir en un solo volumen la mayor cantidad de información,
detalles y material sobre el Bicentenario, tanto de los festejos taurinos como
de los actos que lo complementaron. Nade he guardado y todo lo que he
investigado está en esta líneas que sirven para cerrar definitivamente y
después de cuarentaicuatro años, aquel ciclo triunfal.
La
ocasión es propicia para abordar una preocupación que también comparten
muchos otros aficionados, sobre el incierto futuro de la plaza, que desde hace
años es víctima de la indiferencia general. Este es el momento para dar una
solución definitiva a Acho, más aún si en seis años cumplirá un cuarto de siglo
de existencia que deberá festejarse con una feria de la misma categoría a la que
ha sido estudiada en esta obra.
La
problemática de la plaza es casi la misma que soportaba cuando se remodeló en
1944 o cuando celebró su bicentenario en 1966. A pesar de los cambios que ha
experimentado la ciudad, la situación del coso no ha variado sustancialmente.
La
situación la plaza está determinada por su ubicación, en uno de los barrios más
pobres de la ciudad, sin muchos recursos y donde la delincuencia opera con
holgura. El crecimiento urbano ha incrementado la congestión vehicular a
niveles insoportables, especialmente en las vías por las que se arriba al coso.
Por tanto, la inseguridad y la inaccesibilidad son dos de los factores que han perjudicado a la plaza como monumento, en las
últimas décadas.
La plaza de Acho continúa rodeada de viejos solares,
algunos al borde del colapso, que dan un aspecto lamentable al lugar. En 1943,
Fausto Gastañeta, cronista de El Comercio, se pronunció sobre el deplorable
estado de los exteriores de la plaza: Ya no me explico como la Municipalidad
del Rímac puede autorizar la realización de espectáculos públicos en semejante
letrina por fuera y muladar por dentro. Si quiera por decoro nacional, alguien
deberá limpiar toda la inmundicia que hay en un edificio público cuya inmundicia
nos desprestigia. Veinte años después y
con motivo del bicentenario, Manuel Solari comentó en el mismo diario: “consideramos
urgente e impostergable verificar obras de limpieza. Penoso es, para quien
aspira, una u otra cosa, tener que referirse francamente a la basura y a la
inmundicia urbana, al desamor por lo propio y a la insensibilidad para percibir
el carácter de determinados perfiles urbanos.”
Estas
opiniones continúan vigentes. La falta de una acertada gestión impidió continuar el ambicioso proyecto diseñado
en los años 40 por eel Arq. Ortiz de Zevallos y consistía en transformar el aspecto del barrio taurino,
remozando las calles aledañas al coso. El éxito de las fiestas bicentenarias dio un
nuevo aire a este proyecto que, finalmente, fue desactivado a los pocos años con el
gobierno del General Juan Velasco.
La
principal causa de la ruina de la plaza
está determinada principalmente por la incapacidad de su propietaria. La
Beneficencia no se ocupa de conservarla ni invierte un real en ella, aún cuando
es la fuente que genera la mayor renta de cuantas percibe. Ni siquiera lo poco que
recauda el Museo Taurino se reinvierten en la conservación de las piezas que
también están en inminente peligro. La falta de una gestión adecuada ha
provocado el abandono en que se encuentra la plaza. Lo más grave es que esta institución no tiene
un plan de acción para afrontar el futuro y supervivencia de la plaza . Su
función se limita a la recaudación del alquiler y la política apunta a mantener el status quo hasta que el reciento se
destruya o devenga inhabitable.
Las
empresas encargadas de la Feria de Octubre sólo atienden a lo indispensable
para que la plaza luzca aparente durante la corta feria. Y es que los pocos
festejos que se celebran no justifican mayor inversión en el monumento. Durante
el resto del año, el coso queda cerrado ofreciendo un aspecto inmundo y
lamentable que también acelera el deterioro de sus estructuras. Eventualmente, el
lugar se alquila para festejos menores a cambio de una renta paupérrima que
trae más perjuicios, pero para la miope visión de la propietaria se prefiere algunos
centavos a pesar del deterioro que se ocasiona o el prestigio taurino.
Se
debe recordar que la primera gran refacción fue con ocasión del centenario en
1863. La segunda tuvo lugar en 1944 y
que en realidad consistió en la construcción de un nuevo coso. Indudablemente, en
algunos años corresponderá una nueva refacción con una inversión millonaria que
escapa a las posibilidades de las empresas y a la voluntad de la Beneficencia.
Cierto
es que la reparación no podrá ser asumida por ninguna empresa taurina, local o
extranjera, bajo el esquema de licitación que viene utilizando. La rentabilidad
de las pocas corridas no justifica tal inversión, diferencia notable de los 40
cuando se celebraban más de 30 festejos anuales y siempre a plaza llena.
Estoy
convencido que la solución para Acho no está en el ámbito taurino. La plaza no
va a lograr su recuperación con la poca actividad taurina que se le da. El
monumento tiene otras fortalezas que no están siendo utilizadas y que de hacerse
pueden resultar muy rentables debido a la coyuntura por la que atraviesa el país. La solución de la plaza está en su
recuperación y en su puesta en valor, que no es otra cosa que convertirla en
una fuente generadora de riqueza suficiente que asegure su conservación y
subsistencia en el tiempo.
Por
un lado, Acho es un viejo monumento arquitectónico de inmenso valor que posee
un magnifico museo, que bien puede convertirse en un centro turístico de primer
nivel. La plaza debería abrir sus puertas todo el año, bella y remozada, para
recibir a cientos de turistas diariamente como ocurre con recintos similares en
cualquier lugar del mundo. En sus ambientes se puede vender artesanías y merchandising; operar un restaurante y
ofrecer paseos guiados, exhibiciones de caballos de paso y danzas criollas en su
ruedo.
La
coyuntura actual favorece a este proyecto. El Perú atraviesa un boom turístico desde varios años, como resultado
de una promoción eficaz que ha colocado a Maccu Piccu como maravilla de la
humanidad. Se suma la revaluación de la cultura peruana y de los productos
típicos como el pisco, la gastronomía o la platería que han logrado notoriedad internacional
y que atraen a muchos extranjeros. Los toros no están aprovechando la
oportunidad que ofrece esta época de reivindicación de nuestro patrimonio
cultural.
En
efecto, el abandono y deterioro de Acho ha causado su exclusión de los
circuitos turísticos. Y es que hoy es imposible promocionar un monumento
inseguro y maltratado. La plaza está perdiendo diariamente ingresos que podrían
asegurar su supervivencia. Ciudades que
no tienen maravillas como Acho, explotan con éxito edificios de ínfimo valor
como los estadios de Boca Juniors de Buenos Aires o Maracana de Rio de Janeiro.
Es inaudito que Acho y su riqueza, inmensamente superior, no sean aprovechados por
la falta de visión de quienes tienen a
su cargo la gestión.
Otra
fortaleza de Acho es su infraestructura que puede acondicionarse para diversos espectáculos públicos. Una reciente
legislación ha impulsado esta clase de eventos, atrayendo al país a músicos y
artistas de primera categoría. Sin embargo, en la ciudad no existen escenarios con
capacidad para 15,000 personas. Acho puede albergar con comodidad a mayor
cantidad de gente considerando el área del ruedo. Una gestión eficaz puede
hacer que la plaza cubra esa necesidad y obtener ingresos por arrendamiento durante
la época que no hay corridas de toros.
Ninguna
de estas posibilidades u otras que
permitan generar riqueza, será posible si no se restaurá la plaza de Acho. Es indispensable remozarla
íntegramente y darle una apariencia digna y agradable para que pueda ser atractiva
para el público durante todo el año generar ingresos, y de este modo asegurar su conservación para las próximas décadas.
El
primer paso para ello –y el más
complicado- ya ha sido dado y nadie lo ha notado. La construcción el
“Intercambio Vial de Acho” a escasos metros de la plaza por la Municipalidad de
Lima en el año 2005, a
parte de lograr elordenamiento vehicular de la zona abarcó el
remozamiento de los exteriores del coso, creando una alameda con jardines frente
a las puertas de sol, transformando la fachada y revaluando buena parte del
contorno de la plaza.
Los
aficionados no se han dado cuenta de la importancia de esta obra que constituye
el paso principal para la recuperación de la plaza. Con ella se ha logrado tres
objetivos cruciales (1) ha mejorado notablemente el aspecto de los alrededores;
(2) ha moderado el tránsito vehicular, permitiendo el acceso rápido al coso; y
(3) ha reducido significativamente la delincuencia
en la zona.
Por
otro lado, actualmente, está en marcha un proyecto recuperación del Centro Histórico de la
Capital que también abona a la solución de Acho. La Municipalidad de Lima, a
través de ProLima, ha elaborado un Plan Estratégico con 345 proyectos de
restauración de inmuebles y espacios públicos, que debe estar concluido en el
2035. La finalidad es poner en valor el
centro histórico de Lima y equipararlo al de cualquier capital europea; y ya son
varios los inmuebles recuperados para vivienda, oficinas y centro comerciales. Una
posibilidad es incorporar la plaza a este proyecto urbanístico y acceder a los
recursos que existan disponibles. Muy conveniente sería incorporar las calles aledañas, principalmente los
jirones Hualgayoc y Marañon y recuerpar así el barrio taurino. Y en un proyecto,
mucho más ambicioso, formar un anillo turístico con la Alameda de los
Descalzos, el Convento, el Paseo de Aguas y demás atractivos del distrito.
Nuevamente,
vemos que la coyuntura es favorable para la recuperación de Acho, sin embargo,
la falta de una gestión eficaz hace que las grandes oportunidades no se
aprovechen.
La
administración y gestión de la plaza de Acho como monumento, debe salir de las
manos de la Beneficencia y encomendarse a gente especializada con experiencia
en el ramo turístico. Es fundamental comprender que la restauración de la plaza es parte de la
solución pero no el todo. Tan importante como su revitalización es la gestión
eficiente de su conductor para evitar que, en unos años, se repita el problema.
Se requiere de una administración especializada que diseñe una estrategia
integral hasta convertirla en principal atractivo turístico, y de ese modo
lograr una solución sostenible en el tiempo.
La
plaza debe ser licitada y entregada a una empresa privada que se encargue de restaurarla
y desarrollar el negocio turístico, a cambio de una explotación por 20 o 30
años, de acuerdo a los estudios que se realicen. Se debe hacer un estudio para afinar los
detalles de la factibilidad del negocio y de ser necesario, la propia Beneficencia
podría aportar para la reparación, aprovechando el superávit de 300,000 dólares
que ha recibido en las dos últimas temporadas, y que triplica lo que percibia
anteriormente por la Feria del Señor de los Milagros. De este modo haría más
atractiva la oferta para los inversionistas interesados..
La
cesión de la plaza debe ser por todo el año y no por temporada como viene
haciéndose. Para ello existen dos alternativas posibles: Una sería, entregar la plaza junto con la organización de
feria pero obligando al desarrollo del proyecto turístico contando necesariamente
y durante la vigencia del contrato, con un socio especializado del rubro . La segunda posibilidad sería licitar una
concesión de la plaza como monumento buscando atraer a operadores turísticos que se
encargue de recuperarla y explotarla. La gestión de la plaza estaría separada
de de lo estrictamente taurino y la feria continuaría siendo organizada por la
empresa que la Beneficencia seleccione, con el beneficio de eliminarse el gasto de pintura y acondicionamiento previo a
cada feria.
En
ambos casos, es indispensable contar con una administración especializada en explotación
turística para que con conocimientos y experiencia se haga la inversión necesaria
para que la plaza deje de ser un lastre y se convierta en una fuente generadora
de riqueza sostenible en el tiempo..
Con
la puesta en valor de la plaza se contribuiría a la defensa de la tradición
taurina. Acho es el símbolo taurino del Perú, a pesar de que la inmensa
actividad taurina tiene sede en cientos de provincias del interior. a opinión
pública no conoce esta realidad y asocian la fiesta únicamente con Acho. Por ello,
los ataques en contra de las corridas de toros ocurren en octubre y noviembre,
con ocasión de la Feria del Señor de los Milagros.
Este
inmenso error es a la vez una ventaja, porque
limita estas campañas maliciosasa esos meses finales del año. Las protestas se
desvanecen al llegar las fiestas navideñas y el interés captado desaparece
hasta el octubre siguiente. Esta beneficiosa estacionalidad tampoco es aprovechada para promocionar la
fiesta durante el resto del año. Si Acho fuese un monumento digno, respetable y
visitado, como las fuentes de agua del Parque de la Reserva, podría dotar de
mejor reputación a la fiesta. Si la
plaza se convirtiese en un monumento que enorgullezca a a la ciudad –al margen del
gusto por las corridas de toros– la percepción del público variaría hacia una a
mayor aceptación de la fiesta brava.
Creo
que los aires que corren no pueden ser más favorables para conseguir la
solución definitiva a Acho y que consiste en posicionarla como un símbolo y
orgullo de la ciudad. Lo que falta es la unión en torno a este objetivo común,
por encima de intereses individuales. Como siempre, se tienen las herramientas
y los medios para lograrlo. No se debe continuar desaprovechando las
oportunidades que se presentan para otorgarle el valor y dignidad que por
historia y tradición le corresponde a esta bella plaza que pronto cumplirá 250
años de existencia.
Lima, 14 de setiembre de 2010
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