viernes, 10 de diciembre de 2010

LA PROPUESTA PARA ACHO


Introducción de mi libro LIbro "El Bicentenario.Feria del Bicentenario de la plaza de toros de Acho 1966" publicado en 2010  y en el que abordó la problemática de Acho y propongo una solución integral para lograr su recuperación arquitectonica para darle sostenibilidad en el tiempo.




En el corazón del tradicional barrio de “abajoelpuente”, otrora el más castizo de Lima,  al pie del cerro San Cristóbal y en la rivera del rio hablador, se levanta la vieja plaza de toros de Acho.  Su inauguración se remonta al año 1766, lo que la convierte en la plaza más antigua de América y la tercera en el mundo, después de las de Zaragoza y Sevilla.
La fiesta de toros llegó con los conquistadores y nació junto con la ciudad de Lima, para forjarse a través de los siglos. La plaza mayor fue el primer ruedo y desde 1538 se alancearon toros por los primeros españoles. Antigua, pues, es la afición al espectáculo, en el que se unen valor y destreza, el arte y el desplante. La popularidad de estos festejos aumentó con el tiempo, incorporándose como componente distintivo de la vida peruana. Los acontecimientos relevantes en estas tierras y allende los mares, como el arribo de un nuevo virrey, el nacimiento de un noble heredero, la jura de un Rey, las victorias militares o la canonización religiosa siempre fueron celebrados con corridas de toros.

Tanta fue la afición que a mediados del s. XVIII surgió la necesidad de edificar un coso permanente. Así nació la plaza de Acho que posee una larga historia cincelada por grandes faenas a través de cuatro siglos. En su ruedo han actuado los mejores toreros como  Paco Bonal, Cocherito de Bilbao, Juan Mejías, Sánchez Mejias, Saleri II, Rodolfo Gaona. El único ruedo de América que pudo deleitarse con el arte incomparable de Joselito fue este del Rímac. Belmonte actuó también en muchas temporadas. Rafael El Gallo, Vicente Pastor, Vicente Barrera, Cayetano Ordoñez, Marcial Lalanda, Cagancho Domingo Ortega, Silverio Pérez, Armillita, La Serna, Luis Procuna, Manolete, Pepe Luis Vásquez, El Litri, Julio Aparicio, Antoñete,  Pepe Luis Vásquez, de los Bienvenida a los Dominguín.  La edad de oro de los sesentas Curro Romero, Paula, Camino, El Viti,  El Cordobés, Puerta y los más grandes toreros hasta la actualidad.

La importancia de la vieja plaza va más allá de la lidia de toros. Acho es un monumento viviente que nos hace recordar permanentemente que el Perú no sólo es lo andino, sino que existe un vínculo indisoluble con la madre patria.  
Acho está ligado profundamente a la tradición capitalina y dentro de sus paredes se encierra gran parte de su historia. Los episodios más importantes de la vida peruana como la colonia, la gesta emancipadora, , la anarquía republicana, las guerras civiles, el conflicto con Chile, la reconstrucción nacional o la agitada vida republicana del s. XX, han tenido correlato con alguna una corrida o un suceso ocurrido en Acho.   

A través de los siglos, la plaza ha sido remozada y renovada en muchas ocasiones pero siempre conservando la pureza de su estilo, la belleza de sus líneas, la tradición de ese rincón tan criollo y limeño.  Constituye  uno de los lugares más distintivo de la ciudad. No en vano Antonio Garland acuño: “Acho es el archivo nacional del criollismo”.
Las fiestas por el bicentenario de la plaza de Acho han sido las más exitosas que recuerde la historia peruana. No debe haber otro ciclo que haya reunido a tantos maestros de la tauromaquia y tantas faenas memorables,  aladas en una magnifica organización..

Una comisión formada por connotados aficionados  fue la responsable de este ciclo que contó con el respaldo del Presidente de la República, Fernando Belaunde Terry, la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, propietaria de la plaza de Acho, la Municipalidad de Lima y el Municipio del Rímac. Parte del éxito correspondió a la Corporación Nacional de Turismo que en coordinación con instituciones y firmas comerciales, organizó un conjunto de actividades que realzaron aún más la tan esperada efeméride criolla.
La Alameda de los Descalzos fue acondicionada con puestos al estilo de las casetas y faroles sevillanos, donde se pudo disfrutar de comidas, música y danzas peruanas y españolas. Hubo feria de arte popular, concurso de marinera y desfiles de caballos de paso y un sinnúmero de actividades conmemorativas. El ambiente fue de fiesta y el pueblo participó  de esta  semana de celebraciones.

En el plano taurino el resultado fue brillante en los cuatro festejos de abono. Por siempre se recordara el triunfo absoluto de Antonio Ordoñez con el toro “Carnaval” de Javier Garfias, como en sus otras faenas; la rabia de triunfo y la actuación memorable de Paco Camino; Santiago Martín “El Viti” inmenso en la última corrida o el tesón de Antonio Bienvenida, cuya clase torera quedó nuevamente grabada en la arena. Una feria de grandes faenas, pero también de pésimas estocadas que arrebataron otros triunfos.
En esta feria debutó con honores la ganadería Jaral del Monte –el nombre original era “Cerro Prieto”- de propiedad de los hermanos Antonio y Fernando Graña Elizalde.  En su primera tarde nació la leyenda de “Poncho Roto”, el bravísimo toro que fue lidiado por Manuel Cano “El Pireo” y que marcó un hito en la historia de la plaza.
Atendiendo a la repercusión que habían tenido las fiestas del Bicentenario en el mundo taurino, Manuel Solari sugirió la creación de una sala especial dentro del Museo de Acho, para que se puedan albergar y exhibir permanentemente los capotes de los diestros, fotografías, carteles, programas oficiales, recortes periodísticos y en general, todo el vasto material relacionado con esta semana de celebraciones.
Aquella sala nunca se implementó y este libro viene a cumplir de algún modo ese anhelo de Zeño Manue, al reunir en un solo volumen la mayor cantidad de información, detalles y material sobre el Bicentenario, tanto de los festejos taurinos como de los actos que lo complementaron. Nade he guardado y todo lo que he investigado está en esta líneas que sirven para cerrar definitivamente y después de cuarentaicuatro años, aquel ciclo triunfal. 

La ocasión  es propicia para  abordar una preocupación que también comparten muchos otros aficionados, sobre el incierto futuro de la plaza, que desde hace años es víctima de la indiferencia  general. Este es el momento para dar una solución definitiva a Acho, más aún si en seis años cumplirá un cuarto de siglo de existencia que deberá festejarse con una feria de la misma categoría a la que ha sido estudiada en esta obra.

La problemática de la plaza es casi la misma que soportaba cuando se remodeló en 1944 o cuando celebró su bicentenario en 1966. A pesar de los cambios que ha experimentado la ciudad, la situación del coso no ha variado sustancialmente.   

La situación la plaza está determinada por su ubicación, en uno de los barrios más pobres de la ciudad, sin muchos recursos y donde la delincuencia opera con holgura. El crecimiento urbano ha incrementado la congestión vehicular a niveles insoportables, especialmente en las vías por las que se arriba al coso. Por tanto, la inseguridad y la inaccesibilidad son dos de los factores que han  perjudicado a la plaza como monumento, en las últimas décadas.

La plaza de Acho continúa rodeada de viejos solares, algunos al borde del colapso, que dan un aspecto lamentable al lugar. En 1943, Fausto Gastañeta, cronista de El Comercio, se pronunció sobre el deplorable estado de los exteriores de la plaza: Ya no me explico como la Municipalidad del Rímac puede autorizar la realización de espectáculos públicos en semejante letrina por fuera y muladar por dentro. Si quiera por decoro nacional, alguien deberá limpiar toda la inmundicia que hay en un edificio público cuya inmundicia nos desprestigia.  Veinte años después y con motivo del bicentenario, Manuel Solari comentó en el mismo diario: “consideramos urgente e impostergable verificar obras de limpieza. Penoso es, para quien aspira, una u otra cosa, tener que referirse francamente a la basura y a la inmundicia urbana, al desamor por lo propio y a la insensibilidad para percibir el carácter de determinados perfiles urbanos.” 

Estas opiniones continúan vigentes. La falta de una acertada gestión  impidió continuar el ambicioso proyecto diseñado en los años 40 por eel Arq. Ortiz de Zevallos  y consistía en  transformar el aspecto del barrio taurino, remozando las calles aledañas al coso.   El éxito de las fiestas bicentenarias dio un nuevo aire a este proyecto que, finalmente,  fue desactivado a los pocos años con el gobierno del General Juan Velasco.

La principal  causa de la ruina de la plaza está determinada principalmente por la incapacidad de su propietaria. La Beneficencia no se ocupa de conservarla ni invierte un real en ella, aún cuando es la fuente que genera la mayor renta de cuantas percibe. Ni siquiera lo poco que recauda el Museo Taurino se reinvierten en la conservación de las piezas que también están en inminente peligro. La falta de una gestión adecuada ha provocado el abandono en que se encuentra la plaza.  Lo más grave es que esta institución no tiene un plan de acción para afrontar el futuro y supervivencia de la plaza . Su función se limita a la recaudación del alquiler  y la política apunta a mantener el status quo hasta que el reciento se destruya o devenga inhabitable.

Las empresas encargadas de la Feria de Octubre sólo atienden a lo indispensable para que la plaza luzca aparente durante la corta feria. Y es que los pocos festejos que se celebran no justifican mayor inversión en el monumento. Durante el resto del año, el coso queda cerrado ofreciendo un aspecto inmundo y lamentable que también acelera el deterioro de sus estructuras. Eventualmente, el lugar se alquila para festejos menores a cambio de una renta paupérrima que trae más perjuicios, pero para la miope visión de la propietaria se prefiere algunos centavos a pesar del deterioro que se ocasiona o el prestigio taurino.

Se debe recordar que la primera gran refacción fue con ocasión del centenario en 1863.  La segunda tuvo lugar en 1944 y que en realidad consistió en la construcción de un nuevo coso. Indudablemente, en algunos años corresponderá una nueva refacción con una inversión millonaria que escapa a las posibilidades de las empresas y a la voluntad de la Beneficencia.

Cierto es que la reparación no podrá ser asumida por ninguna empresa taurina, local o extranjera, bajo el esquema de licitación que viene utilizando. La rentabilidad de las pocas corridas no justifica tal inversión, diferencia notable de los 40 cuando se celebraban más de 30 festejos anuales y siempre a plaza llena. 

Estoy convencido que la solución para Acho no está en el ámbito taurino. La plaza no va a lograr su recuperación con la poca actividad taurina que se le da. El monumento tiene otras fortalezas que no están siendo utilizadas y que de hacerse pueden resultar muy rentables debido a la  coyuntura por la que atraviesa el país.  La solución de la plaza está en su recuperación y en su puesta en valor, que no es otra cosa que convertirla en una fuente generadora de riqueza suficiente que asegure su conservación y subsistencia en el tiempo. 

Por un lado, Acho es un viejo monumento arquitectónico de inmenso valor que posee un magnifico museo, que bien puede convertirse en un centro turístico de primer nivel. La plaza debería abrir sus puertas todo el año, bella y remozada, para recibir a cientos de turistas diariamente como ocurre con recintos similares en cualquier lugar del mundo. En sus ambientes se puede vender artesanías y merchandising; operar un restaurante y ofrecer paseos guiados, exhibiciones de caballos de paso y danzas criollas en su ruedo.

La coyuntura actual favorece a este proyecto. El Perú atraviesa un boom turístico desde varios años, como resultado de una promoción eficaz que ha colocado a Maccu Piccu como maravilla de la humanidad. Se suma la revaluación de la cultura peruana y de los productos típicos como el pisco, la gastronomía o la platería que han logrado notoriedad internacional y que atraen a muchos extranjeros. Los toros no están aprovechando la oportunidad que ofrece esta época de reivindicación de nuestro patrimonio cultural.

En efecto, el abandono y deterioro de Acho ha causado su exclusión de los circuitos turísticos. Y es que hoy es imposible promocionar un monumento inseguro y maltratado. La plaza está perdiendo diariamente ingresos que podrían asegurar su supervivencia.  Ciudades que no tienen maravillas como Acho, explotan con éxito edificios de ínfimo valor como los estadios de Boca Juniors de Buenos Aires o Maracana de Rio de Janeiro. Es inaudito que Acho y su riqueza, inmensamente superior, no sean aprovechados por la falta de visión de quienes tienen  a su cargo la gestión.

Otra fortaleza de Acho es su infraestructura  que puede acondicionarse para  diversos espectáculos públicos. Una reciente legislación ha impulsado esta clase de eventos, atrayendo al país a músicos y artistas de primera categoría. Sin embargo, en la ciudad no existen escenarios con capacidad para 15,000 personas. Acho puede albergar con comodidad a mayor cantidad de gente considerando el área del ruedo. Una gestión eficaz puede hacer que la plaza cubra esa necesidad y obtener ingresos por arrendamiento durante la época que no hay corridas de toros.  

Ninguna de estas  posibilidades u otras que permitan generar riqueza, será posible  si no se restaurá  la plaza de Acho. Es indispensable remozarla íntegramente y darle una apariencia digna y agradable para que pueda ser atractiva para el público durante todo el año generar ingresos, y de este modo asegurar  su conservación para las próximas décadas.

El primer paso para ello  –y el más complicado- ya ha sido dado y nadie lo ha notado. La construcción el “Intercambio Vial de Acho” a escasos metros de la plaza por la Municipalidad de Lima en el año 2005, a parte de lograr elordenamiento vehicular de la zona abarcó el remozamiento de los exteriores del coso, creando una alameda con jardines frente a las puertas de sol, transformando la fachada y revaluando buena parte del contorno de la plaza.  

Los aficionados no se han dado cuenta de la importancia de esta obra que constituye el paso principal para la recuperación de la plaza. Con ella se ha logrado tres objetivos cruciales (1) ha mejorado notablemente el aspecto de los alrededores; (2) ha moderado el tránsito vehicular, permitiendo el acceso rápido al coso; y (3) ha reducido significativamente  la delincuencia en la zona.  

Por otro lado, actualmente, está en marcha un proyecto  recuperación del Centro Histórico de la Capital que también abona a la solución de Acho. La Municipalidad de Lima, a través de ProLima, ha elaborado un Plan Estratégico con 345 proyectos de restauración de inmuebles y espacios públicos, que debe estar concluido en el 2035.  La finalidad es poner en valor el centro histórico de Lima y equipararlo al de cualquier capital europea; y ya son varios los inmuebles recuperados para vivienda, oficinas y centro comerciales. Una posibilidad es incorporar la plaza a este proyecto urbanístico y acceder a los recursos que existan disponibles. Muy conveniente sería  incorporar  las calles aledañas, principalmente los jirones Hualgayoc y Marañon y recuerpar así el barrio taurino. Y en un proyecto, mucho más ambicioso, formar un anillo turístico con la Alameda de los Descalzos, el Convento, el Paseo de Aguas y demás atractivos del distrito. 

Nuevamente, vemos que la coyuntura es favorable para la recuperación de Acho, sin embargo, la falta de una gestión eficaz hace que las grandes oportunidades no se aprovechen.

La administración y gestión de la plaza de Acho como monumento, debe salir de las manos de la Beneficencia y encomendarse a gente especializada con experiencia en el ramo turístico. Es fundamental comprender que  la restauración de la plaza es parte de la solución pero no el todo. Tan importante como su revitalización es la gestión eficiente de su conductor para evitar que, en unos años, se repita el problema. Se requiere de una administración especializada que diseñe una estrategia integral hasta convertirla en principal atractivo turístico, y de ese modo lograr una solución sostenible en el tiempo.

La plaza debe ser licitada y entregada a una empresa privada que se encargue de restaurarla y desarrollar el negocio turístico, a cambio de una explotación por 20 o 30 años, de acuerdo a los estudios que se realicen.  Se debe hacer un estudio para afinar los detalles de la factibilidad del negocio y de ser necesario, la propia Beneficencia podría aportar para la reparación,   aprovechando el superávit de 300,000 dólares que ha recibido en las dos últimas temporadas, y que triplica lo que percibia anteriormente por la Feria del Señor de los Milagros. De este modo haría más atractiva la oferta para los inversionistas interesados..

La cesión de la plaza debe ser por todo el año y no por temporada como viene haciéndose. Para ello existen dos alternativas posibles: Una sería,  entregar la plaza junto con la organización de feria pero obligando al desarrollo del proyecto turístico contando necesariamente y durante la vigencia del contrato, con un socio especializado del rubro  . La segunda posibilidad sería licitar una concesión de la plaza como monumento  buscando atraer a operadores turísticos que se encargue de recuperarla y explotarla. La gestión de la plaza estaría separada de de lo estrictamente taurino y la feria continuaría siendo organizada por la empresa que la Beneficencia seleccione, con el beneficio de eliminarse el  gasto de pintura y acondicionamiento previo a cada feria.

En ambos casos, es indispensable contar con una administración especializada en explotación turística para que con conocimientos y experiencia se haga la inversión necesaria para que la plaza deje de ser un lastre y se convierta en una fuente generadora de riqueza sostenible en el tiempo..

Con  la puesta en valor de la plaza  se contribuiría a la defensa de la tradición taurina. Acho es el símbolo taurino del Perú, a pesar de que la inmensa actividad taurina tiene sede en cientos de provincias del interior. a opinión pública  no conoce esta realidad  y asocian la fiesta únicamente con Acho. Por ello, los ataques en contra de las corridas de toros ocurren en octubre y noviembre, con ocasión de la Feria del Señor de los Milagros.

Este inmenso error es  a la vez una ventaja, porque limita estas campañas maliciosasa esos meses finales del año. Las protestas se desvanecen al llegar las fiestas navideñas y el interés captado desaparece hasta el octubre siguiente. Esta beneficiosa estacionalidad  tampoco es aprovechada para promocionar la fiesta durante el resto del año. Si Acho fuese un monumento digno, respetable y visitado, como las fuentes de agua del Parque de la Reserva, podría dotar de mejor reputación a la fiesta.  Si la plaza se convirtiese en un monumento que enorgullezca a a la ciudad –al margen del gusto por las corridas de toros– la percepción del público variaría hacia una a mayor aceptación de la fiesta brava. 

Creo que los aires que corren no pueden ser más favorables para conseguir la solución definitiva a Acho y que consiste en posicionarla como un símbolo y orgullo de la ciudad. Lo que falta es la unión en torno a este objetivo común, por encima de intereses individuales. Como siempre, se tienen las herramientas y los medios para lograrlo. No se debe continuar desaprovechando las oportunidades que se presentan para otorgarle el valor y dignidad que por historia y tradición le corresponde a esta bella plaza que pronto cumplirá 250 años de existencia.

Lima, 14 de setiembre de 2010



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