Artículo que publiqué en portal español: Opinion y Toros en diciembre de 2011
“Diego
Valor” era el seudónimo con el que habitualmente se
llamaba al sevillano Diego Puerta, torero de leyenda que se jugaba la vida cada
tarde. Su valor temerario, y a veces hasta irresponsable, le valió muchas cornadas
durante su carrera, siendo uno de los diestros más castigados por los toros en la historia.
En Lima fue muy bien recibido en
las cuatro ferias en las que participó: 1959, 60, 66 y 68. Actuó en 14 corridas
en las que estoqueó un total de 27 astados, a los que cortó 14 orejas.
Su debut ocurrió en la feria nazarena de
1959, con toros de Las Salinas y
alternando con Luis Segura y Juan García “Mondeño. Aquella tarde cortó una
oreja al toro de su presentación. En la tercera corrida del abono mató un toro
de la legendaria ganadería Eduardo Miura, compartiendo cartel con Antonio
Ordóñez y Mondeño. El triunfo llegaría la tarde siguiente cuando cortó dos orejas
y salió a hombros, repitiéndolo dos semanas después en la corrida
extraordinaria que cerró el ciclo.
En 1966, su valor espartano lo hizo
brillar en una emocionante faena a “Vuñuelero”, un toro de la divisa portuguesa
de coimbra que peleó con constante
fijeza y codicia. “Don Valor”, vestido de morado y oro, se jugó la vida en cada
suertee ante un bravo animal que rozaba con sus astas los alamares y caireles
de su chaquetilla, creando una atmósfera de tragedia en la plaza. Resultó
cogido pero nuevamente se puso delante, a milímetros de los pitones, para
torear por alto y por bajo. A pesar de que falló con el estoque, el público
protestó por la oreja que el Juez no le concedió.
En la misma feria, el 6 de noviembre, tuvo
lugar un suceso insólito cuando tras haber cortado dos orejas al que abrió
plaza, no pudo matar dentro del tiempo reglamentario a “Granadillo”, un ejemplar
de Huando de 642 kilos. Puerta pegó un mitin con la espada y tuvo que retirarse
para que el toro regresara vivo a los corrales, en medio de una bronca
descomunal. Se trata de la única res que
Diego Puerta no pudo matar en el tiempo reglamentario a lo largo de toda su
carrera profesional.
En 1968, con nueve años como matador,
millonario, cuatro hijos y muy castigado por los toros, participó por última
vez en la feria del cristo moreno. Aún así, Puerta continuó arrimándose y
exponiéndose como un novillero sin contratos. En la cuarta corrida de ese año,
le hizo una faena de las suyas a uno de Jaral del Monte en la que arriesgó
muchísimo. Honrado y pundonoroso, dio la cara siempre y nunca dejó de cumplir
con la responsabilidad de su oficio.
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