viernes, 11 de noviembre de 2022

Revista CARETAS: ANTONIO FERRERA, POR LA PUERTA GRANDE Escribe: JAIME DE RIVERO

 

ANTONIO FERRERA, POR LA PUERTA GRANDE

El extremeño cortó dos orejas y salió a hombros de la segunda corrida de la Feria del Señor de los Milagros. Emilio de Justo y Joaquín Galdós también cortaron trofeos en una tarde en la que el ganado de La Viña y El Olivar reafirmó su bravura en Acho.

Escribe Jaime de Rivero

Viernes 11, noviembre de 2022

La casta de los toros de El Olivar y La Viña volvió a relucir en Acho, como en los tiempos de Joselito, Belmonte, Ortega, Manolete y otras leyendas que los lidiaron y así escribieron una parte memorable de nuestra riquísima historia taurina. El Olivar, fundada hace más de un siglo por Manuel Celso Vázquez, y La Viña, años después por Víctor Montero Kossuth, pudieron vencer las miserias que trajo la Reforma Agraria, la depredación y el terrorismo, gracias al rescate de los remanentes que hizo la trujillana familia Vázquez, cuando todo parecía perdido.  El acierto de los nuevos cruces y la selección a cargo de Aníbal Vázquez, ha rendido con creces hasta lograr una cabaña que está alcanzando la tan anhelada regularidad o predictibilidad de juego, que distingue al auténtico ganadero de los simples criadores.  

El domingo todos los toros embistieron -algo inusual hoy en España- y al 4° se le dio la vuelta al ruedo, destacaron también el 2°, 3° y 5°.  La corrida fue noble y encastada, tuvo movilidad y trasmisión, no exenta de peligro porque no son bobalicones, sino de los que prueban y se enteran.  Es cierto también que no humillaron lo que debían y, por eso, no afloró la clase de otras tardes, pero el juego del conjunto fue de buena nota.

Correctos en presentación por edad, hechuras y remate, es lo que Acho merece y no lo soltado en los primeros festejos.  La media fue 495 kg, que confirma que no es necesario el mastodonte atacado de kilos que usualmente termina parado. En los anales consta que los 15 toros indultados en la feria limeña promediaron 488 kg; 11 por debajo de 500 y, de estos, 6 no alcanzaron 460 Kg.  Más allá de lo que diga un pizarrón, lo principal es, siempre, el trapío según el encaste.

La arboladura fue inaceptable. Cornicortos y brochos, y por si fuese poco, con signos de manipulación o afeitado. La empresa parece aislada de la era digital, ignora que el aficionado está conectado con España y que fácilmente compara y descubre el engaño que salga de chiqueros. Todo ocurre con el aval de una autoridad que parece domeñada para aprobar lo que está proscrito. No olvidamos que el promotor del afeitado es el torero, que presiona -y no pocas veces- condiciona- al empresario. El ganadero se opone a la manipulación de sus toros, pero también cede porque no tiene el poder de quien ordena -a veces sin piedad- a los varilargueros en el ruedo. Urge un juez que, con afición y honestidad, ponga en rigor el reglamento del espectáculo; que no funja, que impere con autoridad como principal protector de la integridad de un rito que, solo tiene verdad y gloria con el toro de trapío y sus defensas intactas.

El domingo hubo un artista que se fundió con la plaza y ese fue Antonio Ferrera, cuyo triunfo ha sido un bálsamo que lo revitaliza en medio de una larga sequía en las plazas resonantes. Torero irregular e intermitente, es de los que en cualquier momento puede sorprender. Y lo hizo con el cuarto de El Olivar que fue bravo, noble y repetidor. Prodigó torería durante toda la lidia, especialmente en las verónicas, los galleos y el quite con el capote a la espalda. Compartió los palos con Joaquín Galdós, sobresaliendo ambos en un tercio que resultó estupendo. 

Aprovechó el galope inicial para encausar las embestidas por el derecho, consintiéndolo a media altura para, en las tandas que le siguieron, bajarle la mano y llevarlo con el morro por los suelos. Con reposo, gusto y poderío, Ferrera cuajó muletazos de impecable registro. Los naturales también fueron logrados, pero menos profundos.  Cuando el toro no quiso más batalla, apeló al oficio para impedir la huida, atacándolo para provocarlo, ligarlo y retenerlo.  Remató con una soberbia estocada al encuentro, citando a gran distancia, cuya colocación caída no impidió que la faena concluyera triunfal, con las orejas en sus manos.

El primero de la tarde fue un viñense débil, probón y descompuesto, que se defendió en la pica y las banderillas. Ferrera lo tanteó por ambos pitones, sin hallar la embestida franca deseable que lo animé a explorar un poco más, pues al menor descuido se revolvía con peligro, en una lo trompica sin consecuencias por que el diestro se confía. 

Emilio de Justo tuvo oficio y valor con el que hizo segundo, un brocho encastado de La Viña, que miraba, medía y probaba en los engaños. Con la pañosa dominó sus peligrosas embestidas, sometiéndolo por el derecho en tandas ligadas en las que componía la figura con aromas de escuela clásica. Por el izquierdo, solo pudo lograr pases sueltos porque el animal no repetía. Cuando cogió el acero el toro estaba entero, con poder y peligro, así las cosas, prefirió no arriesgar en los adornos y se perfiló pronto para la muerte.  Con la estocada en lo alto se llevó un trofeo.

El quinto de La Viña, encastadoy repetidor de salida, fue bien recibido a la verónica por de Justo, para luego gallearlo hacia la cabalgadura a la que empujó en el puyazo. Durante el tercio final el toro cambió a tardo y reservón, estuvo siempre con el torero, que debió recurrir al toque y el zapatilleo rotundos para hacerlo pasar, una y otra vez, reponiendo así la emoción que la faena perdía. El demérito fue la falta de ligazón, reconociendo el valor de los derechazos que instrumentó. Falló con la espada.

Joaquín Galdós se enfrentó a dos de El Olivar. Con el tercero, sobrado en prontitud y movilidad, no pudo recrearse en los primeros tercios, que fueron de tanteo a un oponente que no dejaba que nadie se acomode a gusto. El trasteo lo inició con molinetes de rodillas empalmados con derechazos que de inmediato encendieron los tendidos. Persistió por el mismo lado, en series de gusto y poderío a un astado que llevaba peligro y que en un descuido lo empaló sin consecuencias. Culminó con redondos, sin haberlo intentado nunca por el izquierdo. Un pinchazo y una estocada, ambos en el sitio, le permitieron cortar el premio que un sector protestó. 

El manso encastado que cerró plaza, fue mal picado y salió de varas mermado de facultades para el resto de la lidia. El buen inicio de Galdós por el pitón derecho, no pudo continuar con series completas porque el animal se paraba e impedía la ligazón de los muletazos. Pinchazo, estocada y silencio.



 

3 comentarios:

  1. DE ACUERDO CON EL ARTICULO QUE DENUNCIA CON VALENTIA EL AFEITADO Y EL FRAUDE EN LA REVISTA MAS IMPORTANTE DEL PAÍS CON ALTA CIRCULACION.

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  2. Estimado Jaime felicitaciones por la crónica que cae como anillo al dedo por lo que hemos visto esta feria en Acho, parece hecha por antitaurinos, siempre he reconocido tu honestidad para escribir diciendo las cosas como son. Nos vemos el domingo. Abrazo, Marco T14

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    1. Gracias Marco, de mi tendido originario, el de los entendidos. Por suerte todas mis crónicas están en este blog, ordenaditas para los que quieran revisar. Abrazo a tu tio.

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