ROCA REY CORTA TRES OREJAS EN ACHO Y GANA EL ESCAPULARIO
DE ORO
EFE
Corresponsal Jaime de Rivero
En tarde nublada y con la plaza de Acho llena
hasta la bandera, se celebró la tercera y última corrida de toros de la Feria
del Señor de los Milagros, en la que han salido a hombros Andrés Roca Rey y El
Juli, mientras que Arturo Gillio que tomó la alternativa, se llevó un trofeo. Concluida
la corrida, el jurado oficial otorgó el Escapulario de Oro a Andrés Roca Rey, como
máximo triunfador del ciclo limeño. El Escapulario de Plata fue concedido al
toro Sabueso, de 492 Kg, del Puerto de San Lorenzo, lidiado hoy en primer lugar
por Arturo Gilio.
Roca Rey dirigió la lidia del tercero del
Puerto de San Lorenzo, noble pero escaso de fuerzas, con la finalidad de que no
se pare y aplome, supeditando los dos primeros tercios a dicha condición. El inicio fue con cambiados de rodillas y
derechazos en los medios que son de la marca propia de Roca Rey, y que encendieron
los tendidos bajopontinos. Dejó siempre al toro libre, a su aire, sin forzarlo,
para luego meterlo en muleta y bajarle la mano por ambos pitones, aprovechando
la prontitud, clase y repetición que mostraba en sus acometidas. Cuidó al toro, manejó
muy bien los tiempos, con pausas y desplantes para no agotarlo. Concluyó la
faena con el animal entregado, humillando en los redondos y otros pases finales.
Roca Rey ejecutó la suerte suprema de manera correcta, aunque la estocada quedó caída del lado contrario. Recibió las orejas del toro, al que se le dio una
vuelta al ruedo que no merecía.
El quinto de San Pedro, protestado por chico,
fue complicado por manso, soso y mirón. La suerte de varas fue correcta en ejecución pero sin provocar pelea ni lucimiento, tampoco en banderillas. Roca partió de las tablas para llevarlo con
suavidad a los medios, en donde le propinó series por derecho de tres pases y
el de pecho, sin exigirlo demasiado. Instrumentó un muleteo
efectivo, pero sin poder coronarlo por la sosería y vulgaridad del astado que no
aportaba mucho y trasmitía muy poco. Cuando
el animal fue perdiendo facultades, hizo el toreo en corto o de cercanías, aguantando
y ajustándose con el animal. El peruano intentó de todo hasta el final. Lo
despachó de una estocada tendida y recibió una oreja.
El San Pedro que hizo de segundo, fue un manso declarado
que de salida saltó al callejón y luego recibió fuerte castigo en varas, lo que es
necesario con animales de esta condición para que cambien de comportamiento y no
se aparten del pleito. También llevado a su aire por El Juli, el manso varió a
mejor en el segundo tercio, ganando la fijeza necesaria para dejarse
banderillear. El Juli hizo un trabajo esmerado, sobando y reteniendo al toro
durante toda la faena para evitar la huida, esfuerzo que finalmente se
materializó en una serie de calidad por pitón derecho que fue bien recibida por
los buenos aficionados que analizan la lidia a detalle. Falló con el estoque y descabello. Silencio.
Al cuarto de la Ventana del Puerto, El Juli lo
fijó a la verónica llevándolo a los medios con gusto e inteligencia, aprovechando
que tomaba los engaños con franqueza y decisión como los hacen los de su encaste,
Domecq. El puyazo fue seguido por el quite por chicuelinas y la media verónica
de remate, muy coreados por el público. En banderillas el toro mostró que
humillaba y perseguía al peonaje, sin dolerse, tragando muy bien por el
izquierdo. El Juli inició la faena con
pases de tanteo conduciéndolo a los medios, principalmente por el lado derecho,
bajándole la mano con lentitud, temple y pulcritud. El español cambió de mano varias veces para
intentarlo por el izquierdo, sin lograr cuajarlo del todo. Las series finales
en redondo y la estocada arriba, rápida y efectiva, aunque algo trasera, le
permitieron llevarse dos orejas.
Arturo Gilio se hizo matador de toros con el
primero de la tarde, un manso encastado del Puerto de San Lorenzo que salía suelto y tendía a cobijarse en tablas, pero que cambió en la muleta, sacando a flote
un gran fondo de bravura. Se dolió en varas ni bien sintió la puya, sin recargar. Embistió galopando, con clase y codicia barriendo la
arena. El toricantano estuvo acertado en el planteamiento de la lidia,
consintiéndolo sin agobiar, para meterlo en la lucha y luego someterlo con
derechazos de mano baja. El toro tenía una larga embestida, se rebozaba y
regresaba con codicia a la tela una y otra vez. Con unas bernardinas a favor de la querencia de
toriles, el mexicano concluyó su trasteo. Se le escapó el premio por marrar con la
espada varias veces. Recibió palmas.
Con el último de la tarde, otro manso de San
Pedro que todo el tiempo buscó la barrera, Gilio inventó una faena aprovechando
lo poco que ofrecía su adversario. El buen toreo de recibo a la verónica, fue
seguido por el castigo en varas con un buen puyazo en el sitio. No fue fácil de banderillear porque el astado
se aplomaba en el tercio, sin arrancarse a los rehileteros que debieron salir a
buscarlo, lo que conlleva mayor exposición y peligro. En la muleta embistió cruzado, ceñido y
descompuesto, complicando el acople inicial. Avanzada la faena, Gilio domeñó
las embestidas, estuvo firme y arrimado, aguantó y mandó sobre al animal, hasta extraerle todos
los pases que minutos antes nadie imaginaba. Torero inteligente y que soluciona
dificultades, ha dejado una buena imagen en Acho. La estocada fue magnifica y el toro rodó sin
puntilla. Ganó a ley la oreja que se le concedió.
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