viernes, 17 de diciembre de 2021

Revista APLAUSOS "ANGEL TERUEL, TORERO DE LIMA" Escribe JAIME DE RIVERO



A

ANGEL TERUEL CON EL CELEBRE "PIANISTA" DE LA VIÑA,
AL QUE LE CORTÓ OREJAS Y RABO, EN LA FERIA DE 1970
Dos veces ganador del Escapulario de Oro de la Feria del Señor de los Milagros (1969 y 1970), fue uno de los toreros predilectos de la afición limeña en los años 70 y uno de los mejores de su brillante generación

Escribe JAIME DE RIVERO


La relación de Ángel Teruel con la afición de Lima fue inmediata e imperecedera, de esos fenómenos inusuales que suceden cada tanto tiempo. La gracia y simpatía del torero madrileño caló hondo en la afición desde su debut en Acho en 1968 y, desde entonces, no hubo tarde en que no se le recibiera con admiración y cariño incondicionales. Su buena planta, enorme valor y profundo conocimiento de la técnica y del toro, elevado a un concepto refinado del toreo, lo convirtieron en un gran protagonista de la feria limeña de aquellos años.  

Teruel respondió de igual manera con su constante gratitud y siempre, donde estuvo, resaltó la importancia de Acho en el mundo taurino. Y es que, a diferencia de otras latitudes, Lima supo apreciar y reconocer precozmente las virtudes de su toreo clásico haciéndolo en muy poco tiempo, un par de años si acaso, “Torero de Lima”, riguroso distintivo que hasta entonces solo había sido concedido a Luis Procuna y Antonio Bienvenida. 

En el ámbito de la Feria del Señor de los Milagros, participó en siete ediciones, se presentó en 15 tardes en las que lidió y estoqueó 33 toros, recibiendo ovaciones en ocho oportunidades. Cortó 11 orejas y un rabo, y abrió cinco veces la puerta grande del viejo coso. Conquistó consecutivamente dos Escapularios de Oro del Señor de los Milagros, en los años 1969 y 1970, lo que ningún otro torero consiguió en el siglo XX.  

Actuó por primera vez en la feria el 10 de noviembre de 1968, alternando con Diego Puerta y Manolo Martínez, con toros de Jaral del Monte y Salamanca. Aquel año intervino en tres corridas y obtuvo un resultado positivo en todas ellas, sumando dos vueltas al ruedo y dos orejas, pero sobre todo, dejó sembrado en el corazón de cada aficionado la impronta de su fino arte torero.  

Al año siguiente tuvo dos tardes en Lima, triunfando con rotundidad en la sexta corrida al cuajar una gran faena al toro “Gavilán”, perteneciente al hierro de Yéncala. Sin lucir en el primer tercio, brilló con las banderillas sobre todo en un arriesgado par saliendo de tablas, clavándolas en la cara misma del burel. En los lejanos medios toreó como los grandes; destacaron sus derechazos a pies juntos llenos de pulcritud, hondura y sentimiento. Pocas veces se ha visto a Acho vibrando de esa manera. Pinchazo, media y descabello terminaron con su adversario. Dos orejas y una salida a hombros acompañado de Francisco Rivera “Paquirri”, le permitieron conquistar el Escapulario de Oro de aquel año.   

En 1970, Teruel llegó más cuajado tras una muy buena temporada española. El 1 de noviembre fue la tarde más completa que el madrileño tuvo en Acho. Alternó con Palomo Linares y Miguel Márquez, ante toros de La Viña. Aquel día se encontró, afortunadamente, con el célebre Pianista, un bravo sobrero de 522 kilos que salió en quinto lugar. Con el capote lanceó por verónicas y quitó fenomenal por chicuelinas. En banderillas realizó tres series distintas: al cuarteo, de poder a poder y de dentro afuera, las que convirtieron la plaza en un hervidero. Cuando brindó al público, alguien en el tendido alzando la voz predijo: “Teruel: ¡faena del recuerdo!”. Y sí fue. Con temple y mando, toreó magistralmente por derechazos como también por naturales, todo ello sobrado en empaque y torería. Una faena completa, maciza y contundente por la que, en medio de la locura colectiva, recibió dos orejas y rabo. Obtuvo por segundo año consecutivo el Escapulario de Oro.  

En 1971 se formó en Lima la peña femenina que enarbola su nombre y que se mantiene vigente hasta la actualidad, siempre liderada por las hermanas Ena y Techy Moyano Murguía. Aquel año, su paso por la feria limeña fue discreto.  

Tras cinco años de ausencia retornó en 1976, año en que tuvo una importante campaña en España. El infortunio lo acompañó en su primera actuación y resultó cogido seriamente por un astado de Yéncala. A pesar del percance, continuó hasta acabar con su oponente. Luego pasó a la enfermería de donde no salió más, no pudiendo continuar en la feria. Al año siguiente participó en dos tardes en las que no tuvo suerte con los lotes. 

Su última feria fue la de 1980. La tarde del 2 de noviembre de aquel año, reafirmó su maestría dentro de un cartel exquisito integrado por José Mari Manzanares y Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea”. Ante un toro de la ganadería española de Atanasio Fernández, realizó una larga faena en la que demostró su calidad de maestro. A pesar de que un aviso y tres intentos le privaron de los trofeos, fue invitado a dar la vuelta al ruedo.  Su última actuación en Acho se dio el 30 de noviembre, tarde en la que tuvo un formidable tercio de banderillas compartiendo los palos con Paquirri. 

Teruel también hizo de fugitivo en Lima, a raíz de no presentarse en la corrida del domingo 7 de diciembre de 1980 en la plaza de Acho. El madrileño se negó a torear porque según su contrato debía lidiar toros de Huando y de un hierro español. Como el sorteo no le favoreció con esas reses, decidió no torear. La autoridad de la plaza formuló una denuncia y al final de la tarde se ordenó su arresto por 48 horas, sanción injusta y abusiva de una autoridad intransigente. Los agentes de la Guardia Civil lo estuvieron buscando por los hoteles de la ciudad sin poder hallarlo, pues avisado por la empresa, Teruel había huido a escondidas para alojarse en casa de un amigo, tomando al día siguiente el primer vuelo de regreso a España.  

Junto con Antonio Bienvenida son los únicos de los llamados “Toreros de Lima” que se han encerrado con seis toros en Acho. Aunque a diferencia de Bienvenida, que lo realizó durante la Feria del Señor de los Milagros, Ángel Teruel lo hizo en la corrida de la Facultad de Medicina de San Fernando, el domingo 27 de febrero de 1972. Aquella fue una verdadera gesta de entrega, en una tarde de sofocante calor veraniego, en la que el diestro español estuvo a punto de desvanecerse en varias oportunidades. Cortó cuatro orejas y un rabo, triunfando rotundamente con el sexto, Peruano, de Mimiahuapam, entre gritos de ¡torero! ¡torero! que remecían los cimientos de la vieja plaza.  

El cariño que Teruel profesó a la afición limeña se manifestó también en sus intentos por instituir, en 1971, una corrida goyesca de la jerarquía de las que se solían hacer en Madrid o Ronda. El proyecto de Teruel estaba concebido a manera de homenaje a la fundación de Lima, pero lamentablemente nunca se concretó.