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Edición impresa de Caretas 30 /11/ 2023 |
Resumen y balance de las corridas de la Feria del Señor de los Milagros 2023
Escribe JAIME DE RIVERO
Sobre Acho y la feria hay fuego cruzado, disparan desde varios frentes y no son los antitaurinos. Es una guerra que se libra internamente, sea por desidia, lucro o hasta ignorancia. Hay quienes combaten en consciencia, otros sin ella, pero dañan por igual el patrimonio común que todos deberían cuidar.
Los primeros ataques, que son los más letales, provienen de quien más debería protegerlas. La Beneficencia de Lima, la desleal propietaria, les hace la guerra fría con el abandono y desinterés con que las trata desde hace décadas. La nueva gestión de la Municipalidad de Lima, cuyo alcalde ofreció cambiar de rumbo, tampoco ha dado fuego. Por el contrario, dinamitó la feria con una licitación tardía que sólo dejó tres meses para organizarla, perjudicando la compra oportuna de ganado.
Por cuestiones de geopolítica, el municipio del Rímac es el principal enemigo de la plaza. El más poderoso y peligroso ya que solo le importa como botín de guerra. Su capacidad bélica es enorme, porque más allá de impuestos excesivos y autorizaciones prebendarías, puede destruir el espectáculo desde adentro, con autoridades nefastas como el juez de plaza.
Este año el palco descargó artillería pesada al aprobar algunos animales sin presencia, regalar orejas a Sebastián Castella y Emilio de Justo y, sobre todo, provocar dos broncas por propia ignorancia. Malogró la última de abono por no devolver al corral un toro inutilizado y forzar a Roca Rey al penoso espectáculo de llevarlo a la pica, banderillas y muerte, exponiéndolo a un injusto maltrato del público.
Hace 30 años que Fujimori eliminó la intervención del Estado en la actividad privada, pero la plaza y la feria siguen sojuzgadas a esa alcaldía ruinosa y oscura. No existe razón legal para que las corridas de toros, que son una actividad privada como la ópera o el teatro, sigan controladas por un ente público. La Beneficencia debe emanciparse de ese lastre, aprobar un reglamento para Acho y nombrar autoridades idóneas que velen por la calidad del espectáculo.
La nueva empresa también hace la guerra, pero a sí misma. Sabiendo que estaba sitiada antes de poner un pie en la plaza, no se atrincheró para el combate y, por el contrario, se saboteó descuidando el ruedo, horarios, alguacilillos, servicios y otros que, siendo menores, molestaron al sufrido aficionado, que llega al coso malhumorado por el alto precios de las entradas y siente que a cambio no recibe lo que merece. Corrigió pronto, también al reemplazar a de Justo por Cayetano que elevó el cartel, pero el daño a la feria ya estaba hecho.
El ganado no provocó la hecatombe nuclear que muchos temían y algunos deseaban. Cumplió en edad y presentación según lo que siempre se ha lidiado en Acho -no en Madrid. Sólo tres toros fueron protestados y, de estos, cambiaron a dos. Se lidiaron de tres ganaderías nacionales -con seis hierros distintos-, porque está prohibido importar reses de España, México, Ecuador y Colombia. A varios les faltó remate, es decir, tres meses más de concentrado, justamente el tiempo que la Beneficencia tardó en adjudicar la plaza. La empresa debe mejorar la presentación del ganado que debe tener mayor trapio, comprarlo con anticipación y comunicarlo a los aficionados.
En el campo de batalla, de 18 toros lidiados, embistieron 15, número muy alto que indica el buen nivel del ganadero peruano, que viene a ser una víctima del conflicto, ya que le avisan tarde, le exigen mucho, no escoge los toros ni arma los lotes. Y, con todo en contra, el resultado fue positivo.
De San Pedro, que fueron abantos y mansurrones, embistieron 6 de 8, se les cortó una oreja y la espada impidió que fuesen dos más. Los cinco de Santa Rosa de Lima y los Azahares funcionaron, y tres pudieron ser de oreja. Más bravos fueron los de Aníbal Vázquez, que envió cinco toros de tres hierros: Paiján, El Olivar y La Viña. Embistieron cuatro, les cortaron cinco orejas y se perdieron dos más con el estoque; el Escapulario de Plata se entregó con justicia a Lúcumo de El Olivar, al que se le dio la vuelta al ruedo.
Lo óptimo debió ser presentar encierros de San Pedro y Santa Rosa. Se optó por combinarlos con los de Aníbal Vázquez, para nivelar el juego en las tres corridas, siempre sin exceder de tres ganaderías por tarde que es el límite reglamentario, incluso en la segunda de abono en que hubo 5 hierros de 3 ganaderías.
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Roca Rey no tuvo suerte con los lotes y sólo cortó una oreja en la última corrida, tras una gran faena que no redondeó con la espada.
Joaquín Galdós estuvo bien con el premiado Lúcumo de El Olivar y hasta le pudo cortar otra oreja, pero con ese toro había que estar mejor, era de rabo.
Antonio Ferrera se mostró lidiador en sus dos faenas, no cortó oreja por la espada. Ginés Marín pudo llevarse un apéndice del último que estoqueó, pero estuvo fatal con el acero. Tampoco quiso descabellar a uno peligroso que le guardaron vivo. Emilio de Justo sumó dos orejas y mostró capacidad lidiadora. El Fandi hizo el paseíllo lesionado y fue directo a la enfermería, no pudo continuar con su primer toro, al que Gines le dio muerte. No debió presentarse. Pedro Luis destacó en la novillada, tiene futuro. Seseña y Negret están verdes.
El público también tiene vocación militar y ejerce como víctima y victimario. Acudió en gran número a los tendidos y protestó fuerte cuando debió por animales mal presentados, no lo hizo igual por el regalo de algunas orejas. Un sector de sol se equivocó al abroncar a Roca Rey, a quien el juez obligó a torear a un inválido que debió regresar al corral.
Ya en casa, comienza la guerra electrónica a través del teclado hiperbólico y desaforado, con el que se lanzan reclamos de todo calibre y estafas al por mayor. Algunos son justos, pero otros son realmente disparatados y revelan muy poco conocimiento taurino. Uno tras otro se suceden en una cadena incontrolable de barbaridades, que se retroalimenta a sí misma, sin salir del error. De vez en cuando, algún conocedor –a veces profesional- intenta orientarlos, pero se estrella con un muro de intransigencia y arrogancia, por lo que, decepcionado, medita sobre si conviene apretar el botón. El rojo.
La crítica pública es saludable, si se ejerce con conocimiento y responsabilidad. Es deber del aficionado instruirse para no ser presa fácil de la ignorancia o el alboroto.
Concluida la batalla de octubre, que deja una feria opaca e intrascendente, las tropas regresan a sus cuarteles para recuperarse de las bajas y afinar la puntería. Marchen con calma, esta guerra insensata los espera el año entrante.