Y LA PLAZA ARDIÓ
Sebastián Castella y Emilio de Justo salieron a hombros de Acho. Roca
Rey firmó una gran faena frustrada con la espada. El juez de plaza tuvo una
lamentable actuación.
Escribe JAIME DE RIVERO
La feria levantó vuelo el último
fin de semana que fue el más taurino de todos. El sábado hubo una novillada muy
interesante en la que actuó el peruano Pedro Luis, que hace campaña en España,
y por supuesto, al día siguiente, con la plaza casi llena, el plato fuerte del
ciclo y uno de los máximos carteles del momento: Castella, de Justo y Roca Rey.
El domingo la gente lo pasó bien,
los toros embistieron y se cortaron orejas. La tarde habría sido redonda a no ser
por los desatinos del juez de plaza que generó una bronca mayor con el sexto
(bis) al que, incumpliendo el reglamento, no quiso devolver a los corrales. Por el contrario, el juez ordenó que se le
pique, banderillee y estoquee, forzando a Roca Rey a continuar con una lidia
insensata pese al desconcierto de este y de toda la plaza que a viva voz rechazaba
tal decisión. Nada movió al terrible juez
y el torero no tuvo más remedio que cumplir el penoso trance hasta despacharlo.
Algunos pocos pensaron que Roca
era cómplice, no sé para qué lo sería, ningún torero triunfa con un animal perjudicado.
Permaneció en el ruedos porque el toro estaba vivo y el juez quería continuar la
lidia. Se debe recordar que el torero y su cuadrilla sólo pueden retirarse al callejón cuando el
toro ha sido apuntillado o el juez muestre el pañuelo verde que autoriza el
regreso de la res a los corrales.
Es indigno que una plaza con 257
años de historia, tenga a un juez y asesores que desconozcan supinamente el
reglamento taurino, o que lo atropellen deliberadamente por Dios sabe qué razón
o interés. Me inclino más a pensar lo primero, ya que la semana anterior
también hubo una bronca por culpa del mismo juez, que demoró una eternidad en autorizar
a Ginés Marín para que lidie al toro de El Fandi, que iba camino a la
enfermería.
El domingo se lidiaron toros de
San Pedro (1°, 5°, 6° y 6° bis), El Olivar (2° y 3°), La Viña (4°) y Paijan
(2° bis) desiguales de presentación, en tamaño y pelaje, dadas sus distintas
procedencias. Todos dieron juego, excepto el sexto, que acudía cruzado a los
capotes con problemas visuales. El único protestado fue el segundo de El
Olivar, reemplazado por el sobrero de Paiján.
Abrió plaza el San Pedro, noble
pero soso y justo de fuerza al que Castella cuidó en todo momento, llevándolo
sin forzarlo siempre con la muleta a media altura. Todo lo hizo con calma,
suavidad y sosiego. Las series principales fueron por derechazos, dándole
tiempo al burel para que se recupere. Trasteo corto que culminó con unos
naturales tan finos como lentos. No pudo envasar toda la espada en la suerte de
matar. Aplausos para Castella y silencio para el toro.
El cuarto de La Viña no tomaba
los capotes con franqueza, acudiendo a los cites con la cabeza alta. Mejoró con
la pica y las banderillas, mostrando mayor alegría y acometividad. El inicio
fue memorable con siete muletazos, los de tanteo por alto y los finales por
abajo, casi sin moverse del sitio. Lo toreó con mucho temple por derechazos,
aprovechando la prontitud y repetición del astado. Intentó por el pitón izquierdo, pero sin limpieza
porque su oponente sólo admitía pases de uno en uno. Cuando el francés retomó por el derecho, el
animal comenzó a tardear. Allí, en el tramo final, apareció el Castella
lidiador que le pudo sacar toda clase de pases, incluso en cercanías. Ejecutó la suerte suprema con todo rigor,
dejando una gran estocada. Faena de una oreja, pero que el Juez, con mal
criterio, premió con otra más.
El segundo de la tarde de El
Olivar, abanto de salida, fue cambiado sin razón por el juez de plaza, a pesar
de que ya había sido picado. Lo reemplazó un castaño de Paiján, al que Emilio
de Justo recibió a la verónica, llevándolo con gusto gracias a su fijeza, fuerza
y movilidad. Hizo buena pelea con el caballo y también en banderillas. Con la
tela roja el toro protestaba cuando lo citaba por el pitón derecho. Por ello,
la faena se cimentó por naturales, algunos lentos y desmayados. La estocada
cayó baja y sin que haya pedido mayoritario, el juez le otorgó una oreja
indebida.
El quinto fue otro abanto que no
dio mayor pelea con los de acaballo. Llegó incierto a la muleta, se detenía,
miraba y pensaba antes de cada embestida con peligro evidente. Emilio de Justo
estuvo firme y por encima de su oponente, haciéndolo pasar con el toque fuerte
de la pañosa. Lidia eficaz que le permitió, de a pocos, extraer muletazos, pero
no lo suficiente para estructurar una faena sólida. Mató de una gran estocada
de efectos inmediatos. Le otorgaron una oreja.
Roca Rey cuajó una de sus mejores
faenas en Acho, con el mansurrón tercero, que en los primeros tercios tendía a
salir suelto hacía la querencia de chiqueros. Tras escupirse del puyazo, se
lució con un ajustado quite por chicuelinas y tafalleras que encendieron a los
tendidos. No inició en los medios para evitar que el animal acentué la
querencia, eligiendo los terrenos más alejados. Allí, frente a sombra, lo
recibió con estatuarios y cambiados por la espalda que prendieron nuevamente los
tendidos. Metió al toro en la muleta y lo hizo romper a mejor. Las series más
notables fueron por el derecho, con la res humillando y repitiendo. Los
naturales fueron más lentos por el fragor de la pelea. Cambiados, redondos y
bernardinas se sucedieron en medio de ovaciones. Al final, el toro dominado y
la plaza entregada. No refrendó la buena obra con la espada, un pinchazo y una
estocada redujeron todo a una oreja.
El sexto de San Pedro, que acudía
cruzado a los capotes, fue cambiado por problemas de visión, algo difícil que el público se percate, causando incertidumbre y suspicacias. El de reemplazo se
estrelló en el burladero y quedó inutilizado antes de que salgan los caballos,
dando inicio a un desborde innecesario por la ineptitud del juez, ya analizada
líneas arriba.
LOS ESCAPULARIOS:
Concluido el festejo, el jurado
oficial acordó otorgar el Escapulario de Oro a Sebastián Castella, por la faena
al segundo de su lote, y el Escapulario de Plata al toro “Lúcumo“ de la
ganadería El Olivar, lidiado por Joaquín
Galdós en la primera corrida de la feria.
No hubo una faena que mereciera el
Escapulario de Oro, cuyo prestigio debería cuidarse con rigor y esmero, pero
también está en manos del pernicioso municipio. La faena de Castella no debió
premiarse con más de una oreja. En todo caso, la lidia más completa y emotiva del
ciclo fue la de Roca Rey al tercero de la corrida final.
El Escapulario de Plata fue bien
concedido al bravo Lúcumo de El Olivar, lidiado en la primera de abono por
Joaquín Galdós y al que se le dio una merecida vuelta al ruedo.
Critica certera y bien ponderada, lo que ocurrió en la plaza sin exageraciones, mentiras ni confusiones.
ResponderEliminarHe leído en varias crónicas que el sexto toro que se descordó con el burladero debieron apuntillarlo y usted es el único que señala que debieron devolverlo vivo. puede explicarlo esto?
ResponderEliminarGracias por la pregunta procedo a contestarla: cuando un toro queda inutilizado durante la lidia la regla es devolverlo vivo a los corrales según los artículos 20° y 48° del reglamento taurino del Rímac. Esto se aplica cuando el animal inutilizado puede regresar a los corrales por sus propios medios, sea solo o con los cabestros. Esto debió ordenarlo el juez con ese sexto bis, que si bien resultó lesionado, no impidió que continuara desplazándose y bien pudo regresar andando a los corrales.
EliminarA este toro no era posible apuntillarlo, porque estaba de pie y con facultades, pues ni siquiera había sido picado, lo que se llama a "toro levantado". Quién se iba a acercar a apuntillarlo? Como le habrían puesto la puntilla, con una flecha o desde un dron?
El reglamento no entra a detalles pero es puro sentido común. Si el toro inutilizado aún está en pie, pero no tiene desplazamiento, se le puede estoquear. Incluso antiguamente, se permitía descabellarlo directamente, sin ejecutar la suerte suprema.
Si el toro inutilizado yace en la arena y no puede pararse, si corresponde apuntillarlo, pues no hay otra forma de acabar con su vida. Lo que no tiene ningún sentido es que un toro inutilizado sea picado y banderilleado, dando un penoso espectáculo. Y el torero, no tiene otra opción que acatar lo que el juez de plaza dispone.
A Roca Rey no le gustó el toro, le faltaba una oreja para ganar el escapulario. Pidió al juez que lo cambien por una “aparente” falla en la visión, sabiendo que cuando el toro está picado ya no se puede devolver. A eso se le suma que el veterinario dentro no se dio cuenta de la vista del toro. Estuvo mal de parte del torero pedir el cambio y peor aún del juez en hacerle caso rápidamente. 100% que a Andrés no le gustó el toro ya que ni siquiera tuvo presencia en el ruedo.
ResponderEliminarGracias por opinar. Mi opinión:
Eliminar(1) El toro embestía cruzado y soltando la cara a los capotes (esto es no galopando en forma recta definida, sino con los delanteros y cuartos descordinados, en forma sinuosa pero hacia adelante), esto no es fácil de apreciar, peor si se está a media o larga distancia. ARR lo recibió en el T6 y yo desde el T5 lo vi claramente, (y lo tengo anotado con hora en automensaje de wapp que es donde anoto y grabo).
Imagino que en la cara del toro esto fue más evidente y también por los extraños que hizo con el caballo. Esto desde el palco, tampoco se ve, por lo que lo usual es que el espada o su apoderado, lo comuniquen al jefe de callejón este llame al juez, y verifiquen el defecto. Si ARR lo ordenó o no al Juez, ya eso no lo sabemos, pero coordinaciones hay siempre, por eso existe el Jefe de Callejón, que es representante de Juez.
(2) Los defectos de vista sólo se pueden advertir en el ruedo, el veterinario ni nadie los puede identificar en los corrales, salvó que "baje" a hacerle un examen de vista o darle unos muletazos, lo que es imposible.
(3) El toro que tiene un defecto preexistente, o sea, que no se ocasiona durante la lidia (como fue este problema de visión), si puede ser cambiado (y sale un sobrero y el matador no corre turno), incluso después de picado ya que no existe ningún impedimento ni restricción, según el artículo 20 del reglamento taurino. La idea es hacerlo tan pronto se verifique el defecto y esto puede ocurrir dentro del primer tercio, incluso el segundo si es de vista.
(4) Este toro jabonero fue el de mejor lámina y presencia de esa tarde y en sol lo aplaudieron de salida, por lo que no veo razón para que ARR no le haya gustado y pida cambio, que tampoco suele hacer. Además, ARR lo echó de segundo, si no le hubiese gustado lo habría lidiado primero (tercero de la tarde).
Los que afirman que el toro no le gustó a ARR o le agarró asco, no han dicho por qué no le gusto, no lo explican. Ese toro no exhibió nada de bravura extraordinaria ni tampoco era un tio de 600 kg. como para dudarlo.
Nunca mejor explicado, como bien dices no hubo razón para que ese toro no le gustará a nuestro torero, que ha toreado animales mucho mas grandes y de mas peligro que el jabonero que ni siquiera sembró pánico y se salió dolido del caballo.
EliminarQue gusto leer una opinión lucida, en redes nunca antes he visto tanto ignorante que habla estupideces por todos lados. De horror, algunos hasta hacen crónicas cuando se nota que no puñetera idea de esto y todavía la gente los sigue. Una lagrima la pésima calidad de aficionados,
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