Ganado frustró la segunda corrida de toros de Acho.
Daniel Luque sufrio una seria cornada en la pierna
derecha con rotura de peroné.
Revista CARETAS
Escribe JAIME DE RIVERO
La fiesta de los toros tiene tardes de gloria y otras para el olvido. La del domingo pasado en Acho fue de las que no se recordarán debido el mal juego de los toros. La ganadería Camponuevo que volvía a la feria después de 22 años, defraudó a quienes esperaban este cartel interesantísimo con buenos toreros en ascenso. Corrida desigual en presentación, sin remate, baja de raza, que sacó casta de la mala y peligro, y que no hizo justicia al esfuerzo y los méritos del matador Rafael Puga, que es quien más ha promovido la fiesta de los toros en el interior y –junto con los toreros que arriesgan su vida en los pueblos– principal responsable del auge taurino del Perú profundo de los últimos 20 años.
La protesta es un derecho indiscutible del público en la plaza, pero su validez no legítima a nadie a ejercerla con ofensas ni injurias, que son viva expresión de la incultura, la ignorancia y la vulgaridad de algunos que ese día ocuparon los tendidos de sol. Por el contrario, un buen aficionado sabe muy bien que estos imponderables en cuanto al juego del ganado, son parte de la fiesta y ocurren porque la crianza del toro de lidia es compleja y con alta dosis de incertidumbre. Los tropiezos le ocurren a los mejores ganaderos, recordemos el petardo de Victorino Martin en la encerrona de Talavante en Las Ventas de Madrid o la mil veces abroncada La Viña, que a pesar de todo siguió adelante y se convirtió en la ganadería peruana más importante del siglo XX.
La protesta es un derecho indiscutible del público en la plaza, pero su validez no legítima a nadie a ejercerla con ofensas ni injurias, que son viva expresión de la incultura, la ignorancia y la vulgaridad de algunos que ese día ocuparon los tendidos de sol. Por el contrario, un buen aficionado sabe muy bien que estos imponderables en cuanto al juego del ganado, son parte de la fiesta y ocurren porque la crianza del toro de lidia es compleja y con alta dosis de incertidumbre. Los tropiezos le ocurren a los mejores ganaderos, recordemos el petardo de Victorino Martin en la encerrona de Talavante en Las Ventas de Madrid o la mil veces abroncada La Viña, que a pesar de todo siguió adelante y se convirtió en la ganadería peruana más importante del siglo XX.
El lote de Juan Bautista no fue favorable y poco pudo hacer, destacando su buen toreo de capote y los quites al cuarto de la tarde. Con la muleta estuvo por encima de sus oponentes, logrando algunos buenos muletazos ligados pero que no llegaron a más.
El ganador del Escapulario del 2012, Daniel Luque, estuvo con el santo de espaldas. El segundo, un burraco escurrido que se pensaba que rompería a embestir, se quebró la pata al inicio de faena por lo que tuvo que abreviar. Y el quinto, bronco, probón, mirón y que se ceñía, pero que metía la cabeza en los engaños y por eso lo cuidó bregándolo personalmente, lo cogió por el pitón izquierdo propinándole una cornada seria en la pierna derecha que lo llevó a la enfermería. Bautista despachó al toro.
Gines Marin, que debutaba en Acho, le echó ganas y entrega toda la tarde. Tuvo un gran mérito sobre todo con el peligroso sexto, con el que intentó de todo, arriesgando una barbaridad al meterse entre los pitones en punta para lograr muletazos valiosos, pero sin poder cuajar faena por la mala condición del toro.
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