viernes, 8 de noviembre de 2019

Revista CARETAS - EL RETORNO DEL REY. CRONICA 1° CORRIDA ACHO Escribe JAIME DE RIVERO



EL RETORNO DEL REY
En tarde para la historia Andrés Roca Rey retorna a los ruedos con corte de orejas y puerta grande en la primera corrida de la Feria del Señor de los Milagros. Alternó con Enrique Ponce y Finito de Córdoba que se fueron de vacío.

Escribe JAIME DE RIVERO

La tan esperada reaparición de Roca Rey fue realmente triunfal.  Suceso histórico por tratarse de la primera figura del toreo mundial al que una lesión cervical le obligó a cortar la temporada cuatro meses atrás, provocando una autentica hecatombe en la mayoría de plazas de primera y segunda españolas, que se habían encomendado al gallo peruano contratándolo como principal atractivo y soporte taquillero de sus ferias.  

Toreó, mató y venció como si no hubiese ocurrido nada. Como si la lesión y la para no hubiesen existido, mostrando intactas sus facultades y cualidades. Roca Rey reafirmó dos verdades incontrastables que son signo distintivo de su tauromaquia: la capacidad para comprender a los toros y su responsabilidad de auténtica figura del toreo. Esta última, un motor que obliga a dar la cara todas las tardes, sea triunfando con los buenos o sacándole partido a los malos. Con estos preceptos bien implantados, logró superar a su lote y salir a hombros de esta vieja plaza en la que tempranamente nacieron sus sueños de torero.

Y ello, a pesar de que los toros de la ganadería El Olivar y La Viña fueron irregulares en presentación y juego. Una corrida justa de raza y fuerzas –previsiblemente por exceso de kilos- que no llenó al aficionado. No obstante, destacaron por su bravura el segundo y el tercero, que fue bien aprovechado por Roca Rey en una faena tan sólida como rotunda.

Fue precisamente con aquel tercero de El Olivar, abanto y de poco recorrido en el primer tercio, con el que Roca Rey mostró lo mejor de la tarde, desde sus primeras verónicas, quietas y mandonas. Ordenó poco castigo en varas para lucirse en el quite, que fue por chicuelinas muy ceñidas y que pusieron al público de pie.  Con la plaza hirviendo, inició su trasteo con unos erguidos estatutarios. preludio al toreo fundamental.  Con su temple formidable aprovechó la fuerza inicial del astado para embarcarlo y alargar las embestidas, redondeando series importantes por el pitón derecho. Por el izquierdo no hubo la misma voluntad de acometer. Faena cimentada en el temple y el valor que culminó con cambiados, estatuarios y demás adornos. Un estocadón en todo lo alto derrumbó al toro sin puntilla, recibiendo dos orejas indiscutibles.

Con el sexto de La Viña, el torero de Miraflores demostró su consabida capacidad lidiadora para sacar agua de un pozo vacío. El de El Olivar, noble, pero sin fuerza ni codicia, era para abreviar y olvidar. Con la responsabilidad propia de las figuras, aportó lo que el toro no tenía, logrando ensamblar series a un toro parado y que eran inimaginables hacía instantes. Falló con el acero, dejando en silencio una labor que el público no supo reconocer con una ovación.

Hace tiempo que Enrique Ponce no redondea una gran tarde en Acho, la última fue en 2014 cuando conquistó su quinto escapulario. Nuevamente el sorteo no colaboró en esta empresa quedando confinado al peor lote. El que abrió plaza de El Olivar, incierto y probón, se coló por el pitón derecho desde los primeros capotazos. Entonces, su quehacer discurrió por el izquierdo, ligando los naturales a pesar de las complicaciones y el menor recorrido que se acrecentaban con el transcurso de la lidia. Con hambre de triunfo y la responsabilidad de los grandes, buscó entre los pitones una faena que no ofrecía su adversario. La estocada baja de colocación, dejó todo en silencio.

El viñense corrido en cuarto lugar, pronto y alegre de salida, fue perdiendo gas hasta rajarse en la muleta. Tras el brindis a su amigo de muchos años, Santiago de Osma, el maestro lo intentó por todos los medios dándole todas las facilidades a la res, pero su sosería descastada, carente de entrega y repetición, impidió todo. Mató de dos pinchazos y descabello.

Finito de Córdoba es un toreo tan exquisito como irregular. Artista como pocos, necesita el toro dócil y boyante para mostrar su dimensión. El domingo no vimos al Fino que cuando está en plenitud puede voltear los causes de cualquier tarde, como aquella en la que relegó al todopoderoso José Tomas en la mismísima Acho.  No estuvo a la altura del buen toro de El Olivar que salió en segundo lugar y que recibió largo castigo en varas, en un elogiable puyazo de Ángelo Caro que se batió a muerte por defender al caballo. A pesar de ello, el toro lució prontitud, nobleza y obediencia que no fueron aprovechados cabalmente por el de Córdoba. Y es que inexplicablemente, no remató las buenas tandas por el derecho, dejándolas inconclusas y con ello a la faena misma. Culminó de un bajonazo para olvidar. No tuvo opciones con el quinto de El Olivar, orientado y carente absoluto de trasmisión y recorrido.

1 comentario: