EL RETORNO DEL REY
En tarde para la historia Andrés Roca Rey retorna a los
ruedos con corte de orejas y puerta grande en la primera corrida de la Feria
del Señor de los Milagros. Alternó con Enrique Ponce y Finito de Córdoba que se
fueron de vacío.
Escribe JAIME DE RIVERO
La tan esperada reaparición de
Roca Rey fue realmente triunfal. Suceso histórico
por tratarse de la primera figura del toreo mundial al que una lesión cervical
le obligó a cortar la temporada cuatro meses atrás, provocando una autentica
hecatombe en la mayoría de plazas de primera y segunda españolas, que se habían
encomendado al gallo peruano contratándolo como principal atractivo y soporte
taquillero de sus ferias.
Toreó, mató y venció como si no
hubiese ocurrido nada. Como si la lesión y la para no hubiesen existido, mostrando
intactas sus facultades y cualidades. Roca Rey reafirmó dos verdades
incontrastables que son signo distintivo de su tauromaquia: la capacidad para
comprender a los toros y su responsabilidad de auténtica figura del toreo. Esta
última, un motor que obliga a dar la cara todas las tardes, sea triunfando con
los buenos o sacándole partido a los malos. Con estos preceptos bien implantados,
logró superar a su lote y salir a hombros de esta vieja plaza en la que
tempranamente nacieron sus sueños de torero.
Y ello, a pesar de que los toros
de la ganadería El Olivar y La Viña fueron irregulares en presentación y juego.
Una corrida justa de raza y fuerzas –previsiblemente por exceso de kilos- que no
llenó al aficionado. No obstante, destacaron por su bravura el segundo y el
tercero, que fue bien aprovechado por Roca Rey en una faena tan sólida como
rotunda.
Fue precisamente con aquel
tercero de El Olivar, abanto y de poco recorrido en el primer tercio, con el
que Roca Rey mostró lo mejor de la tarde, desde sus primeras verónicas, quietas
y mandonas. Ordenó poco castigo en varas para lucirse en el quite, que fue por
chicuelinas muy ceñidas y que pusieron al público de pie. Con la plaza hirviendo, inició su trasteo con
unos erguidos estatutarios. preludio al toreo fundamental. Con su temple formidable aprovechó la fuerza
inicial del astado para embarcarlo y alargar las embestidas, redondeando series
importantes por el pitón derecho. Por el izquierdo no hubo la misma voluntad de
acometer. Faena cimentada en el temple y el valor que culminó con cambiados,
estatuarios y demás adornos. Un estocadón en todo lo alto derrumbó al toro sin
puntilla, recibiendo dos orejas indiscutibles.
Con el sexto de La Viña, el
torero de Miraflores demostró su consabida capacidad lidiadora para sacar agua
de un pozo vacío. El de El Olivar, noble, pero sin fuerza ni codicia, era para
abreviar y olvidar. Con la responsabilidad propia de las figuras, aportó lo que
el toro no tenía, logrando ensamblar series a un toro parado y que eran inimaginables
hacía instantes. Falló con el acero, dejando en silencio una labor que el
público no supo reconocer con una ovación.
Hace tiempo que Enrique Ponce no
redondea una gran tarde en Acho, la última fue en 2014 cuando conquistó su
quinto escapulario. Nuevamente el sorteo no colaboró en esta empresa quedando
confinado al peor lote. El que abrió plaza de El Olivar, incierto y probón, se
coló por el pitón derecho desde los primeros capotazos. Entonces, su quehacer discurrió
por el izquierdo, ligando los naturales a pesar de las complicaciones y el
menor recorrido que se acrecentaban con el transcurso de la lidia. Con hambre de
triunfo y la responsabilidad de los grandes, buscó entre los pitones una faena
que no ofrecía su adversario. La estocada baja de colocación, dejó todo en
silencio.
El viñense corrido en cuarto
lugar, pronto y alegre de salida, fue perdiendo gas hasta rajarse en la muleta.
Tras el brindis a su amigo de muchos años, Santiago de Osma, el maestro lo intentó
por todos los medios dándole todas las facilidades a la res, pero su sosería
descastada, carente de entrega y repetición, impidió todo. Mató de dos
pinchazos y descabello.
Finito de Córdoba es un toreo tan
exquisito como irregular. Artista como pocos, necesita el toro dócil y boyante
para mostrar su dimensión. El domingo no vimos al Fino que cuando está en plenitud
puede voltear los causes de cualquier tarde, como aquella en la que relegó al
todopoderoso José Tomas en la mismísima Acho.
No estuvo a la altura del buen toro de El Olivar que salió en segundo
lugar y que recibió largo castigo en varas, en un elogiable puyazo de Ángelo
Caro que se batió a muerte por defender al caballo. A pesar de ello, el toro lució
prontitud, nobleza y obediencia que no fueron aprovechados cabalmente por el de
Córdoba. Y es que inexplicablemente, no remató las buenas tandas por el derecho,
dejándolas inconclusas y con ello a la faena misma. Culminó de un bajonazo para
olvidar. No tuvo opciones con el quinto de El Olivar, orientado y carente
absoluto de trasmisión y recorrido.
Totalmente de acuerdo, el Fino no vino a Lima...
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