La Muerte de un Torero
Revista CARETAS
Escribe Jaime de Rivero
A partir de la muerte
de Víctor Barrio a causa de una feroz cornada en España, se ha desatado la polémica por el desprecio por la vida humana
manifestada abiertamente por quienes dicen defender a los animales. El júbilo
por la tragedia, las ofensas a la memoria del torero y el ensañamiento con su
viuda y familiares, principalmente a través de las redes sociales, han puesto
sobre el tapete la crisis que atraviesa una sociedad desorientada y envilecida, en la que
cada vez más se desprecia la vida humana.
Similar reacción, pero a
menor grado, se produjo unas semanas atrás, cuando el novillero peruano Renato
Motta y también el matador mexicano Rodolfo Rodríguez el “Pana”, por terrible
coincidencia, perdieron la vida en los ruedos.
La muerte de un torero reafirma la autenticidad de la fiesta y ratifica en forma categórica que todo cuanto ocurre delante del toro es real y no un tinglado amañado por un negocio como falsamente sostienen los anti taurinos. En el toreo se puede morir de verdad, porque el animal siempre tiene el poder para provocarlo, a pesar de la merma que producen la vara y las banderillas. La capacidad letal del toro tira abajo de por sí, varias falacias como la existencia de tortura o la desventajosa condición del astado durante la lidia, toda vez que un ser acorralado y disminuido significativamente en sus facultades -como falsamente sostienen los animalistas-, jamás podría acabar con su adversario, como contrariamente ocurrió con los infortunados toreros.
Para el mundo del toro, las agresiones vertidas no son novedosas. La violencia y el engaño son las armas más frecuentes y efectivas que utilizan los animalistas en la misión de destruir la tauromaquia y cualquier otra actividad que no coincida con el rol que impositivamente, pretenden asignar a los animales. Sobran denuncias en España, Francia y América por los insultos y otros actos de violencia durante las protestas contra las corridas de toros, al igual que se repite en otros lugares contra las industrias alimentarias, la peletería, la caza, los laboratorios y cualquier otra forma de uso animal, los que se corroboran en el contenido lesivo de las páginas y blogs de estos grupos radicales.
Alegrarse
o celebrar cruelmente una desgracia, que además conlleva dolor y padecimiento
para los deudos, refleja la miseria del hombre y una falta de humanidad que lo
degrada al nivel de los seres amorales e irracionales. Quienes pretenden justificar este
comportamiento en la indignación que sienten por la figura del torero, parecen no ser conscientes de que el rencor y la venganza que los motiva son expresiones de esa misma
perversión.
El
animalismo plantea equiparar al animal con las personas, lo que implica
cuestionar uno de los pilares que ha permitido el desarrollo de la civilización
humana como es el dominio sobre el ambiente y los animales. La propuesta se opone a los principios humanistas recogidos en las principales
corrientes de pensamiento filosófico surgidas desde el Renacimiento hasta
nuestros días y que sitúan al hombre como fin supremo de la sociedad, por encima de otros seres.
En ese
contexto, la tauromaquia representa un obstáculo para las aspiraciones
animalistas porque muestra la agresividad natural del mundo animal, encarnada
en la bravura del toro, lo que se contrapone a la visión humanizada y
edulcorada de los animales como seres inofensivos y sociables que pretenden
hacernos creer a diario, principalmente por las redes sociales. Y es que no todos los animales son domésticos, ni todos
pueden acompañar al hombre en su vida cotidiana. Mucho menos, se les puede atribuir sentimientos como amor o amistad que algunos creen recibir de sus mascotas, pues estos son propios de seres racionales, precisando que los animales actúan por costumbre o instinto. La humanización de los animales tergiversa los conceptos que diferencian a los seres humanos de los animales.
Los agresiones en referencia se suman a una larga lista, ya que desde hace muchos años, el animalismo encontró en la impunidad del internet y las redes sociales, a su mejor aliado para difundir sus mensajes, muchos de ellos engañosos y ofensivos. Tales campañas siempre han estado destinadas a despertar la sensibilidad de las personas a costa de victimizar al animal o conmover con sentimientos inexistentes en un ser privado de razón, a la par de promover de forma irresponsable y peligrosa el desprecio hacia las personas que no comparten su peculiar visión sobre el reino animal, incitando a la violencia entre los hombres.
Los agresiones en referencia se suman a una larga lista, ya que desde hace muchos años, el animalismo encontró en la impunidad del internet y las redes sociales, a su mejor aliado para difundir sus mensajes, muchos de ellos engañosos y ofensivos. Tales campañas siempre han estado destinadas a despertar la sensibilidad de las personas a costa de victimizar al animal o conmover con sentimientos inexistentes en un ser privado de razón, a la par de promover de forma irresponsable y peligrosa el desprecio hacia las personas que no comparten su peculiar visión sobre el reino animal, incitando a la violencia entre los hombres.
Imposición, falsedad y odio son los métodos más utilizados por los proyectos totalitarios, como el fascismo o el comunismo, en donde la intolerancia y el fanatismo encuentran tierra fértil porque se
admite la negación del otro y el rechazo de lo distinto, atropellando a quienes no coincidan con aquellas. Sus atrocidades registradas a lo largo de la historia no necesitan mayor presentación. El animalismo utiliza esas mismas herramientas.
A ello se suma los intereses billonarios de multinacionales
de la alimentación de mascotas que, como señala Francisco López Barrios en el diario
El País, tienen a su servicio una
potente penetración cultural centroeuropea y anglosajona, que ha
colapsado la conciencia analítica y crítica de muchos ciudadanos,
transformándolos en adolescentes emocionales y haciendo del animalismo uno de
los abalorios sentimentales que movilizan con más éxito el histerismo
colectivo.
Los ataques perpetrados a la muerte del torero Víctor Barrio, al
igual que la reiterada violencia animalista en otros campos, son el resultado de ese germen venenoso que estos grupos vienen inyectando en la sociedad a vista y paciencia de todos, y para los que la vida humana
puede tener menos valor que la de un animal.
Uno de los mejores artículos que he leído con el que se saca a la luz los métodos ilegales que utilizan los fanáticos animalistas y como injertan el odio en las personas promoviendo enfrentamientos entre seres humanos.
ResponderEliminarSoberbio articulo que todos deberían leer para no caer en las tenebrosas redes del animalismo.
ResponderEliminarEstimado Sr. Ribero.
ResponderEliminarSu artículo está basado en un principio que ya a estas alturas de la historia del mundo queda obsoleto: el humanismo. Corriente filosófica que pone al hombre por encima de todo y de todos, mientras que en la actualidad las tendencias evolucionadas nos ubican como especie como protectoras y responsables, ya que es evidente que si no cuidamos y protegemos al mundo y a sus habitantes llegaremos inevitablemente a la destrucción del mismo. Soy una ex taurina, de familia taurina y creame que no siento odio por ella figura del torero ni me alegra ni disfruto con su muerte y menos no me acongoja el luto de sus familiares. Pero no le doy la razón que es una "fiesta" que es un enfrentamiento natural entre un torero y una bestia.No es así, yo sé porque lo he vivido, y hoy repudio todo el circo alrededor de un abuso.Es un negocio, un evento social, lleno de imposiciones sociales, personas que asisten a Acho para quedar bien y salir en las fotos. Un evento tan frívolo como otros en Lima, con la diferencia que aquí matan 4 ó 5 animales majestuosos en diferencia de condiciones para defenderse. Acaso el toro tiene una barrera para protegerse? Tiene la opción de huir si su instinto se lo manda? Tiene otros toros para que lo ayuden a distraer al torero? Al torero no lo pican desde lo alto de un caballo . Al torero lo abanderillan? No.
Los 250 años de salvajismo del hombre sobre el animal deben parar. No podemos seguir disfrutando con el sufrimiento, agonía y muerte de otro ser vivo. En el mundo entero se han cerrado las plazas y eso debe pasar en el Perú. No podemos desarrollar un país mantiene costumbres indolentes. Evolucionemos y cambiemos de mentalidad.
Estimada ex taurina:
ResponderEliminarEl humanismo obsoleto, creo que no se de donde saca esa elucubración, todas las filosofias modernas contemplan el humanismo en su base. Claro, esta que las tonterias animalistas se oponen al humanismo, pero vaya a usted a buscar que filosofo de respeto acoge las barbaridades animalistas. Ninguno. El ser protector y responsable, no se opone al humanismo, lo alimenta, lo complementa pero no lo destruye.
Su tesis antitaurina, burda y de acomplejado social, de que todos van porque es un evento social y todo es frivolidad, es tan endeble que ni siquiera merece descartar. Es una generalización que no tiene sustento, sólo en su dicho y en el de un resentido social.
Y no me venga con el cuento de que usted era taurina y vio la luz, la torpeza en sus preguntas la delatan.
Usted no es nada ni nadie para descalificar una fiesta que no conoce y de la que es una absoluta ignorante. En el mundo entero, para que se entere, la corriente que prima es la respetar la diversidad cultural, de no destruir aquello que no nos gusta, esa es la corriente. Y el animalismo y el antitaurinismo son las unicas corrientes obsoletas en la actualidad. En la que una pertida de ignorantes supuestamente bien intencionados, quieren destruir una cultura porque no les gusta, y quieren salir en defensa de una animal majestuoso sin tener ni la mas peregrina idea de su crianza.
Buenísimo el artículo y contundente la respuesta a la mentirosa que se quiere hacer pasar por extaurina regenerada jajajaj.... esa forma de querer convencer está tan gastada que solo da risas.
ResponderEliminar