Por Jaime de Rivero B
Para
ningún aficionado es novedad que la asistencia de público a la Feria Taurina
del Señor de Los Milagros ha disminuido en relación a las décadas pasadas. El
público no acude masivamente a la plaza de toros de Acho, contrariamente a lo
que ocurre en el interior del país en que la fiesta de los toros cuenta con
absoluta popularidad. No es crisis taurina
en el Perú, ni siquiera en la ciudad de Lima, en cuya periferia se realizan
constantemente festejos taurinos de distinta categoría: el problema es la
asistencia a Acho.
Muchas
causas han provocado la ausencia en los tendidos, dentro de las principales
están la situación económica del limeño promedio cuyos ingresos no le permiten
acceder a un espectáculo que es costoso en si mismo, y también la poca
importancia de los toros en la vida social que hace que la Feria pase
desapercibida para los ciudadanos, no sólo por la gran oferta de entretenimiento
sino porque el trajín de la urbe aleja a muchos de las tradiciones y fiestas
populares.
Pero
quiero comentar ahora sobre un aspecto que considero propio de la fiesta de los
toros y que también ha contribuido en la cuestión. La fiesta no cuenta con una
organización interna adecuada que le permita detectar y solucionar muchos de
los problemas que se presentan. A diferencia de otras actividades humanas, la
tauromaquia no cuenta con federaciones, comisiones ni tribunales que organicen
lo taurino de modo oficial. La escasa reglamentación que existe tan solo
resguarda los presupuestos del espectáculo y la condiciones generales para su
desarrollo. Si bien se cuenta con asociaciones de toreros,
ganaderos, subalternos, periodistas y aficionados, cada cual se desenvuelve
principalmente en torno a los intereses de su gremio; no existe ninguna entidad
estatal o privada que articule formalmente a estos estamentos sobre la base del
interés común que es, sin duda, promover y proteger organizadamente la
actividad taurina en el Perú.
Si
hacemos una comparación con los deportes encontraremos que se tiene una
organización muy bien estructurada que comprende asociaciones a todo nivel,
federaciones reconocidas por el Estado, confederaciones, comités y entidades
internacionales que se encargan de organizar, controlar, reglamentar y
sancionar a quienes participan oficialmente en cada disciplina. Al margen de
las diferencias con el arte de la tauromaquia, su estructura es mucho más
perfecta en la medida que permite diseñar un programa de desarrollo común y
también detectar conflictos y aplicar soluciones eficaces.
En nuestro medio la falta de una organización
de esa índole ha impedido adoptar medidas oportunas para situaciones como la
que hoy atañe a Acho y que se gestó hace dos décadas. Así, veinte años después
de haber aparecido el problema se reacciona en forma dispersa pugnando por una
solución. Recientemente he asistido a una conferencia
convocada por la Asociación de Peñas Taurinas de Lima, en la que se han
planteado propuestas inteligentes para superar la crisis de Acho; sin embargo,
tras las exposiciones algunos aficionados notaron que no existía claridad sobre
quién o quienes deberían llevarlas a la práctica pues en algunos casos su
aplicación demandará tiempo y trabajo, partiendo de estudios, cifras y otros
factores que permitan elaborar un plan de desarrollo.
En días pasados y gracias a la información
proporcionada por un aficionado vía internet, la afición conoció de tres
proyectos de ley presentados al Congreso de la República para prohibir la
asistencia de menores de 14 años a los cosos y, seguramente, abolir las
corridas de toros. Aquel aviso movilizó los hilos taurinos y por gestiones
individuales se pudo conocer el estado de esos proyectos que, de no haber sido
así, probablemente hubiesen continuado su camino legislativo a espaldas de la
afición. La reacción contra una amenaza concreta no debería depender del
anuncio fortuito de un aficionado, sino de una organización que recabe
información permanentemente para alertar sobre los ataques.
El 29 de julio último se publicó el
Reglamento de la Ley del Artista, Interprete y Ejecutante, con el que se
pretende que en cada corrida de toros participe un matador nacional. Al margen
de la ilegalidad de esa norma que contraviene el texto de la Ley, es obvio que
responde a la gestión de un sector taurino que actúa aisladamente y por un
interés propio, ignorando que tan irresponsable pretensión causaría la ruina de
la Feria Taurina del Señor de los Milagros. La actuación desarticulada podría
sorprendernos negativamente
Algo similar ocurre con los movimientos
antitaurinos que operan en la ciudad y frente a los cuales la fiesta no está
organizada para enfrentarlos. Hace muy poco tiempo he tomado conocimiento
casual de una campaña que intenta declarar a la ciudad de Lima como
antitaurina, en base a la recolección de firmas. Este es un problema para el
que no existe organización para combatirlo, ni siquiera para estudiarlo. Si se quisiera responder a esa campaña el día de hoy, no se tendría
conocimiento exacto de datos elementales de la realidad peruana como el número
de festejos taurinos que se celebran anualmente, cuántas personas asisten, qué
plazas funcionan, ni siquiera se sabe cuantas peñas existen.
Los
cuatro casos anteriores sirven para probar la defectuosa organización taurina;
nadie pretende imitar otras estructuras, pero si aprender de sus aspectos
positivos.
No
creo que la fiesta de los toros peligre por la inmensa popularidad que goza en
el país, sin embargo esa situación puede variar en el tiempo y por ello urge
contar con una organización que trabaje en la promoción y defensa de la
tradición taurina en forma organizada y planificada. En el caso preciso de Lima
sobre tres puntos concretos:
1. Fomentar la fiesta en los sectores
que tradicionalmente han sido parte de la historia de la plaza de Acho, con el
objeto de que el público retorne junto con sus familiares y amigos. Ello es
posible si tenemos en cuenta, por ejemplo, el festejo de Sábado de Gloria que
se celebra en el Club Las Palmas al sur de Lima y que reúne al menos dos mil
personas con poder adquisitivo, en su mayoría jóvenes que no acuden a Acho.
2. Incorporar a los aficionados
de origen provinciano. Para ello se puede recurrir a los clubes departamentales
afincados en la ciudad, utilizar su estructura y base de datos para suplir las
deficiencias de organización acotadas. Los triunfos de Juan Carlos Cubas en
México son útiles para captar al público procedente de la sierra central.
3. Explotar el turismo taurino
a nivel internacional, especialmente en los países de América y Europa, que por
su cercanía y bonanza económica, respectivamente, constituyen un nicho que bien
puede ser conquistado. España y Portugal trabajan en ello desde hace cuatro
décadas y hoy en día los turistas tienen presencia en cualquier coso ibérico.
Se puede empezar coordinando con las peñas taurinas extranjeras.
Considero
que lo óptimo sería lograr el apoyo del Estado, situación que muchos ven
improbable por anteriores intentos que seguro no han prosperado por la
ignorancia de la realidad taurina y por algunos tópicos falsos enquistados en
la sociedad que deben ser extirpados. Sin embargo, una propuesta orientada
desde una perspectiva cultural y turística que congregue otras tradiciones como
Caballos de Paso, Gallos, Pisco, Comida y Música Criolla, podría tener acogida
en el aparato estatal, en la medida que presagie un incremento de los ingresos
directos e indirectos que obtiene el fisco y los gobiernos locales.
Hoy
como antes contamos con las herramientas para lograrlo, se tiene el apoyo de la
prensa escrita, algunos medios televisivos, escritores, artistas, autoridades y
empresarios de renombre que deben ser convocados. A ello se suma la presencia
inusual de dos novilleros que con el tiempo deben convertirse en las añoradas
figuras que mantengan viva la llama taurina de Lima y todo el Perú. El reto es
para todos los taurinos unidos.
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