Gran inicio de faena de Sebastián Castella ante Novelero al que le cortó dos orejas. |
CIERRE DE FERIA GRANDE
En tarde histórica con lleno absoluto, Sebastián Castella y Roca Rey salieron a hombros de Acho. Manzanares mostró la fineza de su arte instrumentando los mejores muletazos.
Escribe Jaime de Rivero
Los que asistimos este domingo en Acho, tuvimos el privilegio de vivir una tarde para la historia. No solo por las importantes faenas, tres de altísima nota incluyendo la que decidió los escapularios de oro y plata, sino porque fue el colofón extraordinario después de varios meses de incertidumbre sobre la realización de la feria.
Quedará en el recuerdo del aficionado de siempre, y del público que estuvo, el sentimiento de satisfacción por la tarde triunfal en el marco incomparable de Acho lleno hasta la bandera, con el cartel de no hay billetes colgado en la taquilla. Algo impensable pocos meses atrás, que debe servir de derrotero para lograr que Acho vuelva a brillar como antes.
El encierro de Núñez del Cuvillo cumplió en presentación, a pesar de lo desiguales, siendo el trapío un punto a mejorar en el futuro. Encastados, nobles, fijos y prontos, pero justos de fuerza. Destacó por su bravura el 4° desorejado por Sebastián Castella con el que se alzó como máximo triunfador de la feria.
El primero de Castella quería, pero no podía, repetía, pero sin las fuerzas suficientes. Suelto de salida mantuvo esa condición hasta las banderillas. El diestro francés inició de muleta con pases de tanteo llevándolo a los medios, para luego intentar por el pitón derecho, pero el toro se apagó rápidamente. Lo despachó de una estocada y descabellos. Silencio.
Con el cuarto de la tarde, “Novelero“ N° 242, 484 kg, Sebastián Castella logró la faena de la feria con la que también obtuvo su cuarto Escapulario de Oro, igualando a Roca Rey, pero por debajo de Enrique Ponce que tiene cinco. Colorado, bien presentado, fijo y pronto, embistió con codicia por abajo desde los primeros lances, pero con los defectos de echar las manos por delante en los capotes y revolverse pronto que le corregiría durante la lidia.
El inicio en los medios fue vibrante por la trasmisión del toro, que se arrancó al galope desde la barrera, para ser recibido con pases cambiados rematados por naturales, trincheras y de la firma de mano lenta y baja. En el toreo fundamental, por ambos pitones, le cuajó series llevándolo humillado, aprovechando la clase que tenía en sus embestidas especialmente por el izquierdo, aunque algunas las terminaba rebrincado y derrotando a media altura. Faltó un poco más de temple, a pesar de que Castella siempre estuvo firme, aguantando sin dudar. Recortó las distancias para las tandas con la muleta retrasada, para luego continuar con circulares invertidos. Faena sólida que adornó con manoletinas finales. Rubricó la obra con una estocada levemente trasera, pero de rápido efecto, suficiente para cortar dos orejas de este bravo colaborador, al que le dieron la vuelta al ruedo sin protesta.
Este cuvillo fue bravo, pero no lo suficiente para perdonarle la vida. Fue muy bueno en la muleta, pero no tanto en los primeros tercios. Además, el indulto no es un premio. Se justifica en la necesidad del ganadero si considera que el bicho puede aportar como semental en la dehesa. Por ello, según el reglamento es el ganadero o mayoral quien debe solicitarlo y el público junto con el juez quienes lo aprueban. El indulto se distorsiona si el público lo otorga unilateralmente, como pretendieron tantos indocumentados a los que algunos -como el suscrito- acallaron enérgicamente, tal como ocurría hace unas décadas cuando en cada tendido habían entendidos que neutralizaban los disparates de los turistas.
Aquí comenzó el desaguisado de la tarde, por culpa del pelele que funge de Juez de plaza. Este improvisado, digno del diccionario cómico-taurino de Paco Media-Luna, fue incapaz de mantener su decisión de entregar un solo trofeo a Roca Rey, cedió nuevamente a la presión del público y dio la segunda oreja, con el agravante de autorizarla cuando la res estaba siendo arrastrada, provocando el bochornoso espectáculo de detener las mulillas para cortársela. Este juez es el peor en la historia de la feria y un enemigo hostil del prestigio de la plaza, a la que trata como si fuese una portátil. Debe irse.
Con el sexto se lució en el quite por chicuelinas y tafalleras que levantó a los tendidos. El astado llegó con movilidad a la muleta de Roca Rey, que lo toreó con lentitud, seguridad y estética en las primeras tandas por el pitón derecho. Pero el adversario duró poco, perdió poder y se rajó. Lo despachó de una estocada desprendida. Palmas.
Los mejores muletazos de la tarde los dio José María Manzanares al quinto, al que toreó con gusto, clase y torería, destacando los muletazos por abajo y los de pecho que duraron una eternidad siempre despidiendo al toro por el hombro contrario. Buenas series iniciales con muletazos lentos y sentidos, ante un animal que nunca terminó de entregarse. El toro fue perdiendo gas y la faena declinó. Ejecutó la suerte de recibir, dejando una estocada defectuosa, delantera y caída, que redujo todo a una vuelta al ruedo entre ovaciones.
El que hizo segundo fue un manso que sólo tenía movilidad. Repetía en los engaños, pero sin fuerza, tranco ni clase. Complicado de banderillear, llegó a la muleta manteniendo ese comportamiento por lo que las series no terminaron de cuajar. Tras la estocada el puntillero lo levantó dos veces en medio de protestas.
LOS ESCAPULARIOS DE ORO Y PLATA:
El jurado oficial acordó otorgar el Escapulario de Oro a Sebastián Castella por la faena a “Novelero” de Núñez del Cuvillo. Hay que aclarar que este premio se otorga a la mejor faena, por lo que considero que se acertó ya que fue una gran obra, la más vibrante y que además tuvo la contribución de un gran toro. El Escapulario de Plata que premia al mejor toro de la feria, fue con justicia para “Novelero” que, sin ser de bandera, fue superior a todos los estoqueados durante el ciclo limeño.
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