Una
terrible cornada le robó la vida a Iván Fandiño en la plaza Aire-sur-l’Adour de Francia.
Tenía 36 años y luchaba por retornar a la cima del toreo.
Escribe: Jaime de Rivero
Revista Caretas, 22 de junio de 2017
Un descuido fatal. Un achuchón lo enreda con su propio capote quedando a merced de su verdugo. Iván Fandiño
cayó en la arena mientras intentaba un quite a un toro que ni siquiera era
suyo. El inefable “Provechito“, número 53 del
mítico hierro de Baltasar Ibán no lo dejó ir. Rebelde a los capotes, le siguió hasta herirle por el costado derecho del abdomen, asestándole una cornada certera y mortal que le malogró irremediablemente el riñón, el hígado y los pulmones.
El médico de la plaza declaró que nada
se podía hacer para salvarle, aunque ya se habla de negligencias en la
enfermería. Fandiño falleció en la
ambulancia camino al hospital de Mont de Marsan, rodeado de su cuadrilla y de su
apoderado y confidente Néstor García, con quien trabajó desde el inicio hasta
el final.
En esos momentos, a cientos de kilómetros, en Granada, Andrés
Roca Rey redondeaba una de sus mejores tardes de la temporada. Ya tenía dos orejas del primero. Alternaba con Enrique Ponce
y El Fandi. La terrible noticia corrió rápidamente por el
callejón de la plaza, justo cuando Roca Rey lidiaba al sexto. No se le avisó de la tragedia hasta el golpe
de espada. Estalló en llanto como todos
los allí presentes, luego recibió la oreja ganada y la enterró en el centro del
anillo. No hubo vuelta al ruedo, ni celebración, tan sólo levantó su mirada al
cielo y se abrazó con sus abatidos alternantes. Los tres se retiraron a pie de
la plaza.
Iván Fandiño Barros, vasco de
origen gallego, nació en Orduña en donde es muy difícil hacerse torero. Se
forjó en las capeas de Guadalajara, batalló a contracorriente y se enfrentó a los
poderosos de la fiesta que pocas posibilidades dan para surgir. A golpe de
pundonor, valor y sacrificio, luchó para superar obstáculos y no se detuvo hasta
colocarse en los primeros puestos del escalafón, entre 2011 y 2014. Se hizo de las corridas duras y también
compartió cartel con las máximas figuras, teniendo muchos partidarios en España,
Francia y América.
Apreciado por la afición de Las
Ventas de Madrid, en donde alcanzó la gloria el 13 de mayo de 2014, cuando
salió a hombros por la puerta grande. Apostó
todo lo ganado cuando se encerró en esa misma plaza con seis toros de las ganaderías
más temidas. Gesta de la que no salió
triunfante y que lo condujo a un descenso del que intentaba recuperarse. Empresa a la que estaba dedicado a
exclusividad, pero que se le presentaba cuesta arriba porque su lugar ya estaba
ocupado por nuevos toreros que arrollaban con la novedad de su lado.
En Lima toreó en cuatro ferias
del Señor de los Milagros. Cortó una
oreja en su presentación en Acho, el 13 de noviembre de 2011, alternando con
David Mora y Fernando Roca Rey, y toros de La Ahumada y Esteban de Ovejas. Con esta última ganadería, obtuvo su primera
puerta grande la tarde siguiente, toreando con Cesar Jiménez y Juan Carlos
Cubas. En 2012, hizo tres paseíllos en
la feria morada y en el 2013, actuó la tarde principal junto a Pablo Hermoso de
Mendoza y Enrique Ponce. Su última comparecencia en Acho fue el 2 de noviembre
de 2014, en la que cortó una merecida oreja a un huidizo toro de Salento.
El torero de Orduña cultivó amistad
con muchos peruanos, principalmente con la taurinísima familia Villafuerte con
la que tuvo mucha cercanía, que hoy lloran su partida como el resto del mundo
taurino, que continúa estupefacto ante esta nueva pérdida. Fue un luchador honrado consigo mismo que dedicó su vida entera -y su muerte- a esta fiesta. Descanse en paz, valiente
torero. La gloria del cielo es eterna y usted ya la tiene.
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